martes, 30 de agosto de 2011

Un nuevo blog

Quiero contarles que he iniciado un nuevo blog llamado El telar de los sueños. Allí incluyo cuentos propios y leyendas del mundo en versiones personales. Me alegrará mucho que lo visiten y me ayuden a mejorarlo con sus comentarios. Pueden verlo haciendo un click aquí.

Graciela Pérez Aguilar

La puerta

Cierta vez, un derviche llegó a una ciudad y, mientras caminaba por la plaza, vio a una mujer que llevaba sobre sus espaldas una pesada puerta. Curioso, el hombre le preguntó:
—¿Por qué cargas eso?
—Porque esta mañana, al salir a trabajar, mi marido me ha dicho: “Hay objetos de valor en casa. Que nadie pase por esa puerta”. Por lo tanto, al salir, me he llevado la puerta conmigo. Para que nadie pueda pasar por ella.
—¿Quieres que te diga una cosa para que no tengas que cargarla? —le propuso el derviche.
—¡No! — exclamó ella—. Lo único que podría ayudarme es saber cómo hacerla menos pesada.
—Eso no puedo decírtelo —contestó el derviche, y siguió su camino.

Cuento de la tradición sufí.

lunes, 29 de agosto de 2011

La cleptómana

Era poderosa y aristocrática, pero tenía la obsesión de las cucharillas.
Es esa una cleptomanía corriente, sobre todo en los palacios reales, y por eso hubo reyes que cambiaron las de oro por otras de similor, para evitar que se llevasen costoso ”recuerdo de S. M.”.

Poseía cucharillas de los mejores hoteles del mundo, de las casas más nobles —con el escudo en el agarradero–, y hasta algunas arrancadas a las colecciones napoleónicas.

Un día, sin poder resistir mi curiosidad, le pregunté qué se proponía almacenando tantas cucharillas. Entonces la cleptómana me dijo en voz baja:
—Vengarme del mundo. . . Dejarlo sin una cucharilla. . …Que muevan el café con tenedor.

Cuento de Ramón Gómez de la Serna.

domingo, 28 de agosto de 2011

El juramento del cautivo

El Genio dijo al pescador que lo había sacado de la botella de cobre amarillo:
—Soy uno de los genios heréticos y me rebelé contra Salomón, hijo de David (¡que sobre los dos haya paz!). Fui derrotado; Salomón, hijo de David, me ordenó que abrazara la fe de Dios y que obedeciera sus órdenes. Rehusé; el Rey me encerró en ese recipiente de cobre y estampó en la tapa el Nombre Muy Alto, y ordenó a los genios sumisos que me arrojaran en el centro del mar. Dije en mi corazón: a quien me dé la libertad, lo enriqueceré para siempre. Pero un siglo entero pasó, y nadie me dio la libertad. Entonces dije en mi corazón: a quien me dé la libertad, le revelaré todas las artes mágicas de la tierra. Pero cuatrocientos años pasaron y yo seguía en el fondo del mar. Dije entonces: a quien me dé la libertad, yo le otorgaré tres deseos. Pero novecientos años pasaron. Entonces, desesperado, juré por el Nombre Muy Alto: a quien me dé la libertad, yo lo mataré. Prepárate a morir, oh mi salvador.

Cuento de “Las mil y una noches”.

sábado, 27 de agosto de 2011

Literatura

El novelista, en mangas de camisa, metió en la máquina de escribir una hoja de papel, la numeró, y se dispuso a relatar un abordaje de piratas. No conocía el mar y sin embargo iba a pintar los mares del sur, turbulentos y misteriosos; no había tratado en su vida más que a empleados sin prestigio romántico y a vecinos pacíficos y oscuros, pero tenía que decir ahora cómo son los piratas; oía gorjear a los jilgueros de su mujer, y poblaba en esos instantes de albatros y grandes aves marinas los cielos sombríos y empavorecedores.

La lucha que sostenía con editores rapaces y con un público indiferente se le antojó el abordaje; la miseria que amenazaba su hogar, el mar bravío. Y al describir las olas en que se mecían cadáveres y mástiles rotos, el mísero escritor pensó en su vida sin triunfo, gobernada por fuerzas sordas y fatales, y a pesar de todo fascinante, mágica, sobrenatural.

Cuento de Julio Torri.

viernes, 26 de agosto de 2011

La tintorería de Nasrudín

Cuando Nasrudín atendía su tintorería, entró un cliente y le dijo:
—¿Podrías teñirme este vestido?
— ¿De qué color lo quieres?
— Ah, nada complicado, pero que no sea ni rojo, ni verde, ni blanco, ni negro, ni amarillo, ni lila. Bien, ya me entiendes, no querría ningún color conocido, pero fuera de esto, nada especial. ¿Me lo puedes hacer?
—¡Claro que sí, hombre! Pasa a recogerlo cuando quieras, pero que no sea ni lunes, ni martes, tampoco miércoles, ni jueves y menos viernes. ¡Ah! Y el sábado y domingo está cerrado. Fuera de esto, ya lo sabes, siempre y cuando quieras.

Cuento de la tradición sufí.

jueves, 25 de agosto de 2011

Peligrosa inteligencia

Un beduino, que avanzaba sentado sobre un camello cargado con dos grandes bolsas, se encontró a un hombre y prosiguió el viaje con él. El hombre le preguntó:
—¿Qué lleva tu camello?
—En un lado, una bolsa llena de maíz y, en el otro lado, una llena de arena —contestó el beduino.
—¿Por qué?
—Para equilibrar mejor la carga.
—Sería mejor repartir el maíz entre las dos bolsas —observó el hombre—. De ese modo, la carga pesará menos.

Al beduino le sorprendió la inteligencia de aquel consejo.
-—¡Tienes toda la razón del mundo! Tu pensamiento es muy sutil.

Mientras seguían viaje, el camellero le preguntó, intrigado:
—¿Quién eres? Un hombre tan inteligente como tú tiene que ser... ¿sultán, visir?
— No, no soy nada.
— Pero ¿eres rico?
—No. Mira mis ropas.
— ¿Qué clase de comercio realizas? ¿Dónde está tu casa, tu tienda?
— No tengo ni tienda ni casa.
— ¿Y tus camellos? ¿Y tus cabras?
— No los tengo.
—Pero entonces, con una inteligencia como la tuya, ¿Qué tienes?
— No tengo nada de nada, ya te lo he dicho, no tengo ni un trozo de pan para comer. Mi ropa son estos andrajos.
—¡Baja de mi camello! —gritó el beduino—. ¡Aléjate! ¡Llévate lejos de mí tu peligrosa inteligencia, porque mi idiotez es muchísimo más útil!

Cuento de la tradición sufí.

miércoles, 24 de agosto de 2011

La secta del Loto Blanco

Había una vez un hombre que pertenecía a la secta del Loto Blanco. Muchos, deseosos de dominar las artes tenebrosas, lo tomaban por maestro.

Un día el mago quiso salir. Entonces colocó en el vestíbulo un tazón cubierto con otro tazón y ordenó a los discípulos que los cuidaran. Les dijo que no descubrieran los tazones ni vieran lo que había adentro.

Apenas se alejó, levantaron la tapa y vieron que en el tazón había agua pura y en el agua un barquito de paja, con mástiles y velamen. Sorprendidos, lo empujaron con el dedo. El barco se volcó. De prisa lo enderezaron y volvieron a tapar el tazón.

El mago apareció inmediatamente y les dijo:
— ¿Por qué me han desobedecido?

Los discípulos se pusieron de pie y negaron. El mago declaró:
— Mi nave ha zozobrado en el confín del Mar Amarillo. ¿Cómo se atreven a engañarme?

Una tarde, encendió en un rincón del patio una pequeña vela. Les ordenó que la cuidaran del viento. Había pasado la segunda vigilia y el mago no había vuelto. Cansados y soñolientos, los discípulos se acostaron y se durmieron. Al otro día la vela estaba apagada. La encendieron de nuevo.

El mago apareció inmediatamente y les dijo:
— ¿Por qué me han desobedecido?

Los discípulos negaron otra vez:
— De veras, no hemos dormido. ¿Cómo iba a apagarse la luz?

El mago les dijo:
— Quince leguas erré en la oscuridad de los desiertos tibetanos y ahora quieren engañarme.

Esto atemorizó a los discípulos.

Cuento popular chino.

martes, 23 de agosto de 2011

Los murciélagos y las comadrejas

Cayó un murciélago a tierra y fue apresado por una comadreja. Viéndose próximo a morir, imploró el murciélago por su vida. Le dijo la comadreja que no podía soltarlo porque de nacimiento era enemiga de los pájaros. El murciélago replicó que no era un pájaro sino un ratón, librándose con esta astucia.

Algún tiempo después volvió a caer de nuevo en las garras de otra comadreja, y le suplicó que no lo devorara. Contesto esta comadreja que odiaba a todos los ratones. El murciélago le afirmó que no era ratón sino pájaro. Y se libró así por segunda vez.

Fábula de Esopo.

lunes, 22 de agosto de 2011

La protección por el libro

El literato Wu, de Ch'iang Ling, había insultado al mago Chang Ch'i Shen. Seguro de que éste procuraría vengarse, Wu pasó la noche levantado, leyendo, a la luz de la lámpara, el sagrado Libro de las transformaciones. De pronto se oyó un golpe de viento que rodeaba la casa, y apareció en la puerta un guerrero que lo amenazó con su lanza. Wu lo derribó con el libro. Al inclinarse para mirarlo, vio que no era más que una figura, recortada en papel. La guardó entre las hojas. Poco después entraron dos pequeños espíritus malignos, de cara negra y blandiendo hachas. También estos, cuando Wu los derribó con el libro, resultaron ser figuras de papel. Wu las guardó como a la primera. A media noche, una mujer, llorando y gimiendo, llamó a la puerta.
— Soy la mujer de Chang —declaró—. Mi marido y mis hijos vinieron a atacarlo y usted los ha encerrado en su libro. Le suplico que los ponga en libertad.
— Ni sus hijos ni su marido están en mi libro —contestó Wu—. Sólo tengo estas figuras de papel.
— Sus almas están en esas figuras —dijo la mujer—. Si a la madrugada no han vuelto, sus cuerpos, que yacen en casa, no podrán revivir.
— ¡Malditos magos! —gritó Wu—. ¿Qué merced pueden esperar? No pienso ponerlos en libertad. De lástima, le devolveré uno de sus hijos, pero no pida más.

Le dio una de las figuras de cara negra.

Al otro día supo que el mago y su hijo mayor habían muerto esa noche.

Cuento popular chino.

domingo, 21 de agosto de 2011

El diamante del hombre rico

A un hombre rico que tenía un vecino muy pobre, le dijo un adivino que todas sus riquezas pasarían algún día a manos del pobre. El rico se impresionó tanto que lo vendió todo. Con el dinero obtenido compró un gran diamante, que escondió en el turbante.
—Ahora —se dijo—, mi pobre vecino nunca obtendrá mi diamante.

Algún tiempo después, estando en el mar, el viento le llevó el turbante, que cayó en el agua y se hundió con el precioso diamante.
—De todos modos —pensó el rico-, si he perdido el diamante, mi pobre vecino nunca podrá poseerlo.

Pero, pocos días después, el pobre compró un pez en el mercado, y al abrirlo encontró el diamante que el pez se había tragado.

Cuento del Talmud.

sábado, 20 de agosto de 2011

Rezo desperdiciado

Un seguidor de Hazrat Mohammed fue con él a la mezquita para las oraciones de madrugada. Era verano y, de regreso, vio que mucha gente todavía permanecía en sus casas. El hombre le dijo a Hazrat con mucha arrogancia:
—¿Qué les pasará a estos pecadores? No han acudi¬do a los rezos matutinos.

Mohammed se detuvo y le contestó:
—Vete a tu casa. Debo regresar a la mezquita.
—¿Por qué? —preguntó el hombre
— Mi oración matutina se ha desperdiciado por tu culpa—repuso el maestro—. Tengo que rezar de nuevo. Y en cuanto a ti, acuérdate de no venir más. Tus rezos sólo han conseguido darte un pretexto para condenar a los demás.

Cuento de Osho.

viernes, 19 de agosto de 2011

La suegra de Nasrudín

Cierta vez, los vecinos de Nasrudín corrieron a avisarle que su suegra había caído al río. Sin dudarlo un instante, el mullah se zambulló y comenzó a nadar contra la corriente.
—¡No! —le gritaron—. ¡Ve aguas abajo!
—¡Escuchen! —jadeó Nasrudín mientras continuaba nadando—. Conozco a la madre de mi mujer. Cuando todos los demás son arrastrados por la corriente, ella trata de llevarle la contraria.

Cuento de la tradición sufí.

jueves, 18 de agosto de 2011

Problema

Un hombre preguntó a su psiquiatra, "Estoy muy preocupado, hablo conmigo mismo. ¿Qué debería hacer? ¿Puede ayudarme?".

El psiquiatra le contestó, "No es nada por lo que deba de preocuparse. Todo el mundo habla consigo mismo, no es un gran problema. Sólo cuando empiece a contestarse, venga a mí. Entonces le puedo ser de ayuda".

Cuento de Osho.

miércoles, 17 de agosto de 2011

El anillo de Carlomagno

El emperador Carlomagno se enamoró, siendo ya viejo, de una muchacha alemana. Los nobles de la corte estaban muy preocupados porque el soberano, poseído de ardor amoroso y olvidado de la dignidad real, descuidaba los asuntos del Imperio. Cuando la muchacha murió repentinamente, los dignatarios respiraron aliviados, pero por poco tiempo, porque el amor de Carlomagno no había muerto con ella. El Emperador, que había hecho llevar a su aposento el cadáver embalsamado, no quería separarse de él. El arzobispo Turpín, asustado de esta macabra pasión, sospechó un encantamiento y quiso examinar el cadáver. Escondido debajo de la lengua muerta encontró un anillo con una piedra preciosa. No bien el anillo estuvo en manos de Turpín, Carlomagno se apresuró a dar sepultura al cadáver y volcó su amor en la persona del arzobispo. Para escapar de la embarazosa situación, Turpín arrojó el anillo al lago de Constanza, Carlomagno se enamoró del lago de Constanza y no quiso alejarse nunca más de sus orillas.

Cuento de Jules Barbey d’Aurevilly.

martes, 16 de agosto de 2011

Fidelidad

El maestro Najmaini expulsó a un estudiante con estas palabras:
—Tu fidelidad ha sido probada. La encuentro tan inconmovible que debes irte.

Desconcertado, el estudiante repuso:
—Me iré, pero no puedo entender cómo la fidelidad puede ser un motivo de expulsión.
—Durante tres años —replicó el maestro—, hemos probado tu fidelidad a conocimientos inútiles y a juicios superficiales. Es por eso que te tienes que ir.

Cuento de la tradición sufí.

lunes, 15 de agosto de 2011

Elogio de la imaginación

Hace unos años, la BBC preguntó a los niños británicos si preferían la televisión o la radio. Casi todos se pronunciaron por la televisión, lo que fue algo así como comprobar que los gatos maúllan o que los muertos no respiran. Pero entre los poquitos niños que eligieron la radio, hubo uno que explicó: “Me gusta más la radio, porque por la radio veo paisajes más lindos”.

Cuento de Eduardo Galeano.

domingo, 14 de agosto de 2011

“Usted es un buda”

Antaño, los monjes budistas eran vegetarianos, castos, no bebían sake y permanecían solteros.

El abad del monasterio de Eihei, Hara Tazan, que anteriormente había sido profesor en la universidad de Tokio, se tomaba estas restricciones a la ligera.

Cierto día, un hombre rico lo invitó a comer a su casa junto con un maestro de moral, Honshorishi. Una servidora trajo sake. El maestro de moral reusó la bebida, pero el maestro Hara bebió y apreció su calidad:
—¡Está muy bueno! Los que no pueden beber esto, no son hombres.

Honshorisi se encolerizó:
—¿Pretende usted decir que yo no soy un hombre?
—No, usted es un buda —contestó Hara.

Todos los presentes se rieron mucho con esta respuesta, incluso el maestro de moral, desarmado por la sabiduría de Hara.

Cuento de la tradición budista.

sábado, 13 de agosto de 2011

El hombre devoto y el rey

Había una vez un hombre devoto que soñó con la visión de un rey en el Paraíso y la de otro hombre piadoso en el Infierno.
—¡Esto es una injusticia! —exclamó—. ¿No debería ser al revés?
—De ninguna manera —llegó la respuesta—.. El rey está en el cielo porque amaba y era devoto de los derviches. El hombre piadoso está en el Infierno porque se relacionaba demasiado con los reyes.

Cuento de la tradición sufí.

viernes, 12 de agosto de 2011

Rasca donde no pica

El pastor Miguel Brun me contó que hace algunos años estuvo con los indios del Chaco paraguayo. Él formaba parte de una misión evangelizadora. Los misioneros visitaron a un cacique que tenía prestigio de muy sabio. El cacique, un gordo quieto y callado, escuchó sin pestañear la propaganda religiosa que le leyeron en lengua de los indios. Cuando la lectura terminó, los misioneros se quedaron esperando.

El cacique se tomó su tiempo. Después, opinó:
—Eso rasca. Y rasca mucho, y rasca muy bien.

Y sentenció:
—Pero rasca donde no pica.

Cuento de Eduardo Galeano.

jueves, 11 de agosto de 2011

Experiencia

Cierta vez, Nasrudín se cayó de una escalera y se hizo mucho daño. A pesar de los emplastos y de las pociones, el dolor lo hacía sufrir terriblemente y sus amigos fueron a consolarlo:
—¡Hubiera podido ser mucho peor! —dijo uno.
—Después de todo, no te has roto nada —dijo otro.
—Pronto te repondrás —dijo un tercero.

En el colmo del dolor, Nasrudín se puso a pegar alaridos:
—¡Salid todos de aquí! ¡Abandonad esta habitación en el acto! ¡Madre, no dejes entrar a nadie a menos que se haya caído alguna vez de una escalera!

Cuento de la tradición sufí.

miércoles, 10 de agosto de 2011

La apariencia del maestro

Alguien vino a visitar por primera vez al maestro Joshu. Apenas entró, vio, al fondo del jardín, a un magnifico anciano en profunda meditación. Le pregunto al jardinero, que estaba muy cerca, si ese anciano era Joshu. Y el jardinero le respondió:
—No, en absoluto. Joshu soy yo. Él es mi mejor discípulo.

Cuento de la tradición budista zen.

martes, 9 de agosto de 2011

La envidia

Cierta vez, mientras el demonio atravesaba el desierto de Libia, llegó a un lugar donde un grupo de amigos suyos trataba de atormentar a un santo ermitaño mediante imágenes de los siete pecados capitales. Pero la fuerza de voluntad de aquel santo hombre era demasiado poderosa para ellos, de modo que éste pudo desbaratar fácilmente sus diabólicas intenciones.

Tras observar el miserable fracaso de estos diablillos, el demonio avanzó dispuesto a darles una lección. “Lo que están haciendo es muy torpe”, les dijo, “Permítanme un momento”. Y le susurró al santo: “Tu hermano acaba de ser nombrado obispo de Alejandría”.

En el acto, una mueca de maligna envidia nubló el rostro sereno del ermitaño.
“Esta”, explicó el demonio a sus diablillos, “es la clase de cosa que suelo recomendar”.

Cuento de Arthur Conan Doyle.

lunes, 8 de agosto de 2011

La isla

Hay entre nosotros un anciano que relata la historia de una pequeña isla donde el mar ha llevado tantos muertos que ya no queda más lugar para los vivos. Están como sitiados por cadáveres. Esto no es, acaso, más que un delirio y el viejo cuentista quizás esté loco. Personalmente no creo en esta historia. Pienso que la vida es más fuerte que la muerte.

Cuento de Rainer Maria Rilke.

domingo, 7 de agosto de 2011

La cabeza del perro

Estoy arrellanado en el sillón junto a la chimenea en que crepita el fuego. Tengo la copa de coñac en la mano derecha. Con la mano izquierda, caída descuidadamente, acaricio la cabeza de mi perro... hasta que descubro que no tengo perro.

Cuento de Arthur Conan Doyle.

sábado, 6 de agosto de 2011

Las vigas de agua

El jefe de los manes, que se llamaba Zameyo – Mebenga, hizo saber que daría su hija en matrimonio a aquel que le trajese unas vigas de agua. Todos gritaron: “¡Vigas de agua! ¡Eso no es posible!”.

Sólo la tortuga, el animal de las mil soluciones, aceptó la propuesta del jefe. Se dirigió hasta el río, empezó a chapotear en el agua con sus patas y le envió un mensaje a Zameyo – Mebenga, que decía:”Las vigas de agua están listas. Que me envíe rápidamente una cuerda de humo de su pipa para atarlas y se las haré llegar de inmediato”.
El jefe de los manes dio su hija a la tortuga.

Cuento popular de Camerún.

viernes, 5 de agosto de 2011

La verdadera esencia de la lucha

Se cuenta que Takuan, un célebre maestro zen, le enseñó al shogun Miyamoto Musashi la verdadera esencia de la lucha.

Una vez, el noble invitó a Takuan y a un maestro del sable muy renombrado a que fueran a su palacio. Un tigre, regalo del rey de Corea, esperaba en su jaula.

El shogun les dijo:
—Tenéis que entrar en la jaula del tigre.

El maestro de esgrima entró con su arma y se aproximó al felino que, amedrentado por su digna postura, se refugió en un rincón.

Luego el noble, dirigiéndose a Takuan, le dijo:
—Ahora, entra tú.

El maestro zen entró en la jaula del tigre se acercó a él y se puso a jugar, a rascarle las orejas y a acariciarlo.

Cuento de la tradición budista zen.

jueves, 4 de agosto de 2011

La anciana y los demonios

Una anciana visitó a un maestro zen para solicitarle un amuleto que la protegiese de los demonios. El maestro le dio una bolsita con un papel caligrafiado en su interior.

Después de un tiempo, curiosa por conocer el contenido de la inscripción, abrió la bolsita y leyó: “Cuando tenemos ilusiones, los tres mundos se convierten en un campo de batalla, en una lucha”.

Cuento de la tradición budista zen.

miércoles, 3 de agosto de 2011

El hombre invisible

Aquel hombre era invisible, pero nadie se percató de ello.

Cuento de Gabriel Jiménez Emán.

martes, 2 de agosto de 2011

Cláusula IV

Boletín de última hora: En la lucha con el ángel, he perdido por indecisión,

Cuento de Juan José Arreola.

lunes, 1 de agosto de 2011

Preferencias escatológicas

—¡Sois todos unos pecadores despreciables y unos holgazanes inmorales! —vociferaba un predicador ambulante a un grupo de aldeanos—. ¡Ningún hombre de este lugar verá las puertas del Paraíso!
—¿Estás seguro? —le preguntó Nasrudín.
—¡Haz todas las bromas que quieras, advenedizo! —bramó el predicador, furioso porque se pusiera en duda sus palabras—. ¡Tú serás el primero en sentir las llamas del infierno lamiendo tus botas!
—¿Y dónde irás tú después de morir?
—Los creyentes virtuosos como yo irán directamente al Paraíso eterno.
—En ese caso —contestó Nasrudín tranquilamente—, es mejor que acompañe a mis amigos y parientes al infierno. Prefiero contar chistes para entretenerlos que tener que vivir con maníacos como tú por toda la eternidad.

Cuento de la tradición sufí.

domingo, 31 de julio de 2011

Apuntes para ser leídos por los lobos

El lobo, aparte de su orgullosa altivez, es inteligente, un ser sensible y hermoso con mala fama... Trata de sobrevivir. Y observa al humano: le parece abominable, lleno de maldad, cruel; tanto así que suele utilizar proverbios tales como: “Está oscuro como boca de hombre”, para señalar algún peligro nocturno, o “el lobo es el hombre del lobo”, cuando este animal llega a ciertos excesos de fiereza semejante a la humana.

Cuento de René Avilés Fábila.

sábado, 30 de julio de 2011

Leones y hombres

Un hombre y un león que viajaban juntos llegaron a un sitio donde se levantaba una estatua de Hércules sometiendo a un formidable felino.
—Esto que ves —dijo el hombre a su compañero— prueba que los seres humanos somos más fuertes y poderosos que los leones.
—Si entre nosotros hubiera escultores —repuso el león—, verías muchas más estatuas donde los leones vencen a los hombres.

Fábula de Esopo.

viernes, 29 de julio de 2011

Ladrones

— Despierta —cuchicheó la mujer de Nasrudín una noche—, hay ladrones en casa. Veo los bultos que han dejado en el jardín.

El mullah echó a un lado la ropa de la cama e hizo amago de salir por la ventana.
—¿Qué haces? —le preguntó su esposa.
—Mientras registran nuestras miserables posesiones, voy a robarles sus fardos.

Cuento de la tradición sufí.

jueves, 28 de julio de 2011

La casa de las palabras

A la casa de las palabras, soñó Helena Villagra, acudían los poetas. Las palabras, guardadas en viejos frascos de cristal, esperaban a los poetas y se les ofrecían, locas de ganas de ser elegidas: ellas rogaban a los poetas que las miraran, que las olieran, que las tocaran, que las lamieran. Los poetas abrían los frascos, probaban pala¬bras con el dedo y entonces se relamían o fruncían la nariz. Los poetas andaban en busca de palabras que no conocían, y también buscaban palabras que conocían y habían perdido.

En la casa de las palabras había una mesa de los colores. En grandes fuentes se ofrecían los colores y cada poeta se ser¬vía del color que le hacía falta: amarillo limón o amarillo sol, azul de mar o de humo, rojo lacre, rojo sangre, rojo vino...

Cuento de Eduardo Galeano.

miércoles, 27 de julio de 2011

La copia perfecta

Nasrudín estaba en Turquía visitando a un amigo. Una noche, se sentaron fuera, bajo el cielo estrellado. Enseguida, el mullah empezó a dar sonoras muestras de aprobación.
— Por qué haces “¡ooh!” y “¡aah!”? —preguntó el amigo.
—Estaba admirando tu cielo y me asombraba de la maestría de vuestros pintores de cielos. Han hecho una copia perfecta de las estrellas que tenemos en mi tierra natal.

Cuento de la tradición sufí.

martes, 26 de julio de 2011

El objeto del espacio exterior y los perritos de las praderas

Una aeronave a propulsión en cierta zona del territorio de Texas, un día brillante y soleado en medio de una colonia de perritos de las praderas. La parte superior del cohete se desatornilló, produciendo un ruido áspero y chirriante, y, arrastrándose, salió afuera un Ser del espacio. El Ser llevaba un rayo mortífero, un retorcedor de mentes, un amplificador del dolor y muchos otros ingeniosos instrumentos de guerra, tortura y destrucción. Babeó un líquido verdoso, y miró en derredor en busca de algo que matar.

Cuando un perrito se asomó fuera de su madriguera, la Cosa giró rápidamente sus tentáculos y emitió el cegador chorro de fuego de unas de sus armas, que redujo al perrito de las praderas a una nube de ceniza que quedó flotando en el aire. La Cosa burbujeó de alegría y empezó a buscar ansiosamente más pequeñas criaturas.

Pero, en ese momento, se abrieron dos escotillones muy bien camuflados en el suelo y de cada uno de ellos surgió un reluciente cañón electrónico, maniobrado por un equipo de perritos de las praderas en uniforme de campaña. Los dos cañones hicieron fuego a la vez sobre la Cosa y la aniquilaron.
— Ha sido muy oportuno estar preparados —dijo el capitán de los perritos de las praderas—. Pero hubiese jurado que los humanos serían los primeros en atacarnos.

Moraleja: “Infórmate sobre qué mosca aplastas”.

Cuento de Gahan Wilson.

lunes, 25 de julio de 2011

La bondad

El mendigo ciego:
—¡Una limosnita, por amor de Dios!

Pero no es ciego porque ahora ha abierto un ojo.

La señora –enfurecida porque el ciego ve- no le da limosna.
—Me ha pretendido engañar, ¡miserable!
—Pero, señora, cálmese usted —responde el limosnero—. ¿No es mucho mejor que haya pretendido engañarla que ser ciego verdaderamente?

Cuento de Braulio Arenas.

domingo, 24 de julio de 2011

La montaña de los monos

El príncipe de Wu tomó un bote hasta la Montaña de los monos. En cuanto éstos lo vieron, huyeron con gran pánico y se refugiaron en las copas de los árboles.

Un mono, no obstante, permaneció tranquilo, completamente despreocupado, balanceándose de rama en rama, ¡una extraordinaria exhibición!

El Príncipe disparó una flecha al mono, pero éste, con gran destreza, capturó la flecha en pleno vuelo.

Ante esto, el Príncipe ordenó a sus acompañantes que hicieran un ataque conjunto.

En un momento, el mono quedó acribillado a flechazos y cayó muerto.

Entonces el Rey se volvió hacia su compañero Yen Pu’i: “¿Ves lo que ha pasado?”, dijo, “Este animal hacía pública su inteligencia. Confiaba en su propia habilidad. Pensaba que nada podría tocarlo. ¡Recuerda eso! No te apoyes en la distinción y el talento cuando trates con los hombres!”.

Cuando volvieron a casa, Yen Pu’i se convirtió en el discípulo de un sabio para librarse de todo aquello que lo hacía destacar. Renunció a todo placer. Aprendió a ocultar toda distinción.

Pronto nadie en todo el reino sabía qué pensar de él.

Por lo tanto, lo miraban con temerosa admiración.

Cuento tomado del libro “El camino de Chuang Tzu”, de Thomas Merton.

sábado, 23 de julio de 2011

Toque de queda

— Quédate —le dije.Y la toqué.

Cuento de Omar Lara.

viernes, 22 de julio de 2011

La cortesía de Buda

Al salir de la ciudad de Sravasti, el Buda tuvo que atravesar una dilatada llanura. Desde sus diversos cielos, los dioses le arrojaron sombrillas para resguardarlo del sol. A fin de no desairar a sus bienhechores, el Buda se multiplicó cortésmente y cada uno de los dioses vio un Buda que marchaba con su sombrilla.

Cuento de la tradición hindú.

jueves, 21 de julio de 2011

Cruce

Cruzaba la calle cuando comprendió que no le importaba llegar al otro lado.

Cuento de Arturo Pérez Reverte.

miércoles, 20 de julio de 2011

Distinguir lo bueno de lo malo

Un panadero quería conocer al maestro Uways y éste fue a su panadería disfrazado de mendigo. Tomó un pan y empezó a comérselo. El panadero lo golpeó y lo echó a la calle.
— ¡Loco!—le dijo un discípulo que llegaba—. ¿No ves que acabas de echar al maestro, a quien querías conocer?

Arrepentido, el panadero salió a la calle y preguntó qué podía hacer para que lo perdonase. Uways le pidió que los invitase a comer a él y a sus discípulos. El panadero los llevó a un restaurante excelente y pidió los platos más caros.
— Así distinguimos al hombre bueno del hombre malo — dijo Uways a sus discípulos en mitad de la comida—. Este panadero es capaz de gastar diez monedas de oro en un banquete porque soy célebre, pero no puede dar pan para que se alimente un mendigo hambriento.

Cuento de la tradición sufí.

martes, 19 de julio de 2011

El asno perdido

—¡Oh, aldeanos! —gritaba Nasrudín mientras corría por las calles de su pueblo—. ¡He perdido mi asno! ¡Se lo daré a aquel que lo recupere!
—Tienes que estar loco para hacer eso —le dijeron algunos de los que presenciaban el extraño suceso.
—De ninguna manera —les contestó el mullah—. Deben saber que el placer de encontrar algo que perdimos es mayor que el de poseerlo.

Cuento de la tradición sufí.

lunes, 18 de julio de 2011

Los monos y el vendedor de sombreros

Cierta vez, un vendedor de sombreros que viajaba de aldea en aldea se echó a la sombra de un árbol para dormir un poco. Cuando despertó, los monos se habían llevado toda su mercancía y estaban trepados a las ramas.

Furioso, se sacó su propio sombrero y lo arrojó al suelo. Al instante, todos los monos lo imitaron, de manera que pudo recuperarlos y se marchó.

Muchos años después, el nieto del vendedor pasó por el mismo sitio y también se acostó a dormir. Al despertarse, nuevamente los monos habían robado sus sombreros.

El hombre recordó la anécdota de su antepasado y arrojó el suyo con fuerza al suelo. Pero ninguno de los monos lo imitó. En lugar de eso, uno de ellos le dijo:
—¡Tonto! ¡Nosotros también hemos tenido abuelos!

Cuento de la tradición hindú.

domingo, 17 de julio de 2011

La barrera

Cierta vez, un discípulo de Lao Tzu se acercó a él y le dijo:
—Maestro, lo he conseguido.
—Si dices que lo has conseguido—contestó Lao Tzu—, entonces es seguro que no lo has conseguido.

El discípulo esperó durante meses. Entonces, un día, volvió a acercarse y le dijo:
—Tenías razón. Ahora, eso se ha conseguido.

Lao Tzu lo miró con gran compasión y amor, y repuso:
—Está bien. Cuéntame qué ha sucedido.
—Hasta el día en que dijiste “Si dices que lo has conseguido, es seguro que no lo has conseguido”, estaba esforzándome. Estaba haciendo todo lo posible. Pero cuando dijiste esas palabras lo entendí. ¿Cómo podía “yo” conseguirlo si el “yo” es la barrera? Así que tuve que dejar que sucediera.

Cuento de la tradición taoísta.

sábado, 16 de julio de 2011

El mayor lujo

Cerca del monasterio de Ibak vivía un sabio sufí, excelente negociante, que había acumulado una gran riqueza.

Un visitante del monasterio, al ver los altísimos costos de los trabajos de renovación del templo, dijo a quien quisiera escucharlo:
—¡He aquí que los caminos de la sabiduría se transforman en la senda de la ilusión! He encontrado a alguien que dice buscar la verdad y, sin embargo, está repleto de dinero.

Las palabras llegaron a oídos del sabio. Cuando le preguntaron qué tenía que decir, comentó:
—Pensaba que lo tenía todo y acabo de descubrir que me faltaba una cosa. Ahora sé que soy realmente un hombre rico, pues he conseguido un lujo más sofisticado: ver a alguien que tiene envidia de mí.

Cuento de la tradición sufí.

viernes, 15 de julio de 2011

Los dos pastores y el rey

Había una vez un rey, descendiente de una antigua y poderosa dinastía, que había sido despojado del trono por la adversidad y estaba huyendo de sus enemigos.

El rey estaba empapado por la lluvia, en medio de una zona pantanosa, cuando llegó a una pequeña choza. Pensó descansar allí pero, al entrar, se encontró a dos pastores envueltos en mantas para protegerse del frío.

Amablemente, le dieron la bienvenida y compartieron con él algo de pan, queso y cebollas, que era la única comida que tenían.

El soberano les dijo:
— Algún día, cuando recobre mi reino, os pagaré con moneda propia de un rey.

Sucedió que, aunque los dos pastores habían sido igualmente generosos, no se comportaban en todo de la misma forma.

El primer pastor comenzó a decirle a toda la gente que él era mejor que un noble, pues había dado comida a un rey cuando no había nadie más que lo hiciera.

Pero el segundo pastor, reflexionando, se dijo a sí mismo:

“El haber estado en la choza y tener un poco de comida fueron simples accidentes. Ofrecerle comida al rey fue una acción normal. Pero nuestro soberano quiso interpretar estos hechos como algo de mérito. Ahora, yo debo inspirarme en su ejemplo y hacerme digno de tal nobleza”.

Dos o tres años después, el rey recuperó su reino y mandó llamar a los pastores. A cada uno se le dieron valiosos regalos, y los dos tuvieron posiciones poderosas en la corte.

Pero el primer pastor, que no había hecho ningún esfuerzo por mejorar y prepararse, no tardó en tomar parte en una intriga de la corte y fue ejecutado.

Por el contrario, el segundo pastor trabajó tan bien y con tal lealtad que, cuando el rey llegó a una edad avanzada, fue nombrado y aceptado como su sucesor.

Cuento de la tradición hindú.

jueves, 14 de julio de 2011

El mordisco de un tigre

Cierta vez, el maestro Pai-chang le preguntó a su discípulo, Huang-po, dónde había estado. Este repuso que había estado juntando hongos al pie de un monte. Pai-chang inquirió:
—¿Has visto un tigre?

Al punto, Huang-po rugió como un tigre. Pai-chang tomó un hacha y la levantó, como disponiéndose a golpear al tigre con ella. Entonces, el discípulo le asestó un sonoro bofetón. El maestro se echó a reír a carcajadas.

De regreso al monasterio, Pai-chan les dijo a los monjes reunidos:
—Al pie del monte hay un tigre. Debéis tener cuidado: hoy me ha dado un mordisco.

Se dice que, con esas palabras, Pai-chang confirmó a Huang-po como su sucesor.

Cuento de la tradición budista zen.

miércoles, 13 de julio de 2011

La Mosca que soñaba que era un Aguila

Había una vez una Mosca que todas las noches soñaba que era un Águila y que se encontraba volando por los Alpes y por los Andes.

En los primeros momentos esto la volvía loca de felicidad; pero pasado un tiempo le causaba una sensación de angustia, pues hallaba las alas demasiado grandes, el cuerpo demasiado pesado, el pico demasiado duro y las garras demasiado fuertes; bueno, que todo ese gran aparato le impedía posarse a gusto sobre los ricos pasteles o sobre las inmundicias humanas, así como sufrir a conciencia dándose topes contra los vidrios de su cuarto.

En realidad no quería andar en las grandes alturas o en los espacios libres, ni mucho menos.

Pero cuando volvía en sí lamentaba con toda el alma no ser un Águila para remontar montañas, y se sentía tristísima de ser una Mosca, y por eso volaba tanto, y estaba tan inquieta, y daba tantas vueltas, hasta que lentamente, por la noche, volvía a poner las sienes en la almohada.

Cuento de Augusto Monterroso.

martes, 12 de julio de 2011

La música del arpa

En una región remota de China había un hermoso valle donde crecía un árbol magnífico. Cierto día, pasó por allí un mago que quedó cautivado por él y, de una de sus ramas, hizo un arpa.

El hechicero regaló el instrumento al emperador, pero ninguno de sus músicos fue capaz de tocarlo. Por ello, el soberano mandó llamar al más famoso ejecutante de China, que vivía retirado en las montañas. El maestro Peiwo contempló largo rato el arpa y empezó a cantar suavemente. De pronto, comenzaron a brotar de la madera unos sonidos extraordinarios que acompañaron la voz del músico.
—¿Cómo pudiste lograr lo que ninguno de mis ejecutantes pudo? —preguntó el emperador admirado.
—Le hablé del árbol que la vio nacer, de la hierba que crecía a sus pies, de sus amigos los pájaros y del torrente de la luna sobre sus ramas.

Cuento de la tradición taoísta.

lunes, 11 de julio de 2011

La vida en común

Alguien que a toda hora se queja con amargura de tener que soportar su cruz (esposo, esposa, padre, madre, abuelo, abuela, tío, tía, hermano, hermana, hijo, hija, padrastro, madrastra, hijastro, hijastra, suegro, suegra, yerno, nuera) es a la vez la cruz del otro, que amargamente se queja de tener que sobrellevar a toda hora la cruz (nuera, yerno, suegra, suegro, hijastra, hijastro, madrastra, padrastro, hija, hijo, hermana, hermano, tía, tío, abuela, abuelo, madre, padre, esposa, esposo) que le ha tocado cargar en esta vida, y así, de cada quien según su capacidad y a cada quien según sus necesidades.

Cuento de Augusto Monterroso.

domingo, 10 de julio de 2011

La Bella Durmiente del bosque y el príncipe

La Bella Durmiente cierra los ojos pero no duerme. Está esperando al príncipe. Y cuando lo oye acercarse, simula un sueño todavía más profundo. Nadie se lo ha dicho, pero ella lo sabe. Sabe que ningún príncipe pasa junto a una mujer que tenga los ojos bien abiertos.

Cuento de Marco Denevi.

sábado, 9 de julio de 2011

Cláusula III

Soy un Adán que sueña con el paraíso, pero siempre me despierto con las costillas intactas.

Cuento de Juan José Arreola.

jueves, 7 de julio de 2011

Un ruiseñor aficionado

Nasrudín entró a escondidas en un huerto, se subió a un árbol y comenzó a comer fruta. De pronto, apareció el dueño del jardín, que le dijo muy enojado:
—¿Por qué te has subido a mi árbol?

Nasrudín intentó salir del paso diciendo:
—Estimado amigo, soy un ruiseñor y he subido a cantar.

El propietario, sorprendido por la respuesta, dijo:
—Entonces, cántame algo.

Nasrudín empezó a hacer unos gorjeos extraños mientras agitaba los brazos. El propietario, que no estaba convencido, exclamó:
—¿Qué canción es ésa? Nunca escuché a un ruiseñor cantar tan mal.
—Bueno —respondió el mullah—, es que soy un ruiseñor aficionado.

Cuento de la tradición sufí.

martes, 5 de julio de 2011

Final chistoso

Una vez sucedió que en un teatro se declaró un incendio entre bastidores. El payaso salió al proscenio para dar la noticia al público. Pero éste creyó que se trataba de un chiste y aplaudió con ganas. El payaso repitió la noticia y los aplausos eran todavía más jubilosos. Así creo yo que perecerá el mundo, en medio del júbilo general del respetable que pensará que se trata de un chiste.

Cuento de Sören Kierkegaard.

lunes, 4 de julio de 2011

Un animal soñado

Es un animal con una gran cola, de muchos metros de largo, parecida a la del zorro. A veces me gustaría tener su cola en la mano, pero es imposible; el animal está siempre en movimiento; la cola siempre de un lado para otro. El animal tiene algo de canguro, pero la cabeza chica y oval no es característica y tiene algo de humana; sólo los dientes tienen fuerza expresiva, ya los oculte o los muestre. Suelo tener la impresión de que el animal quiere amaestrarme; si no, qué propósito puede tener retirarme la cola cuando quiero agarrarla, y luego esperar tranquilamente que ésta vuelva a traerme, y luego volver a saltar.

Cuento de Franz Kafka.

domingo, 3 de julio de 2011

Perder la cabeza

Una noche, una mujer tuvo un intenso sueño de gran realismo, tan claro que pensó que estaba despierta. Soñó que perdía la cabeza. Literalmente, soñó que su cabeza se caía de sus hombros.

A la mañana siguiente, se despertó y se puso a buscar como loca su cabeza. Buscó por todas partes y no consiguió encontrarla. Sus gritos desesperados no sirvieron para nada.

Por fin, acudió a un maestro y le preguntó dónde podía encontrar su cabeza. El maestro se limitó a sostener un espejo ante ella para que pudiera contemplarse. Y la mujer se dio cuenta de que la había llevado en su sitio todo el rato, que sólo la había perdido en sueños.

Cuento del budismo tibetano.

sábado, 2 de julio de 2011

El león y los gatos

Un león encontró a un grupo de gatos conversando. “Voy a devorarlos”, pensó. Pero comenzó a sentir una extraña calma. Y decidió sentarse cerca para escuchar lo que decían.
—¡Oh Dios —dijo uno de los gatos, sin notar la presencia del león—, te hemos rezado toda la tarde pidiendo que lloviesen ratones del cielo!
—¡Y hasta ahora no ha pasado nada! —dijo otro-. ¿Será que Dios no existe?

El cielo permaneció mudo. Y los gatos perdieron la fe.

El león se levantó y siguió su camino mientras pensaba, “Hay que ver como son las cosas: yo iba a matar a esos animales, pero Dios me lo impidió. Aun así, ellos perdieron la fe. Estaban tan preocupados con lo que les faltaba que ni se dieron cuenta de lo que recibían”.

Cuento de origen desconocido.

viernes, 1 de julio de 2011

El imitador

Un hombre comienza a perder la vista. Antes de entrar en la sombra memoriza todo lo que hay en su pieza. Estudia los textos, las ilustraciones y la ubicación de los libros en la biblioteca. Cuando está ciego, invita gente y haciéndose el que ve les muestra su cuarto. Ofrece sillas, abre lomos, lee en voz alta, describe grabados, fabrica cócteles. Su simulación es perfecta, pero olvida encender la luz y sus visitas asisten a esa comedia en la oscuridad.

Cuento de Alejandro Jodorowsky.

jueves, 30 de junio de 2011

Corte de pelo en horario de trabajo

Nasrudín había conseguido empleo en un taller cuando el capataz lo vio dejar sus herramientas y dirigirse hacia la puerta.
—¿Qué crees que estás haciendo? —le dijo.
—Voy a que me corten el pelo.
—¡No puedes ir a que te corten el pelo en tu horario de trabajo!
—Pero me ha crecido también en ese horario.
—Todo no. Eso no es cierto.
—Está bien, en ese caso no me lo haré cortar del todo —concluyó el mullah saliendo del taller.

Cuento de la tradición sufí.

miércoles, 29 de junio de 2011

Dinero falso

Un hombre fue acusado de usar dinero falso para pagar una cuenta. En la corte, el acusado arguyó que no sabía que el dinero era falsificado. Cuando se le insistió en que lo comprobara, respondió:
—Yo lo robé. ¿Me hubiera robado ese dinero a sabiendas de que era falso?

Tras pensarlo, el juez decidió que la respuesta tenía sentido. Por lo tanto, lo absolvió del cargo de falsificación y le impuso un nuevo cargo: hurto.
—Claro que yo me lo robé —admitió de buen grado el hombre—. Pero el dinero falsificado no tiene ningún valor legal. ¿Desde cuándo es un crimen robarse nada?

Nadie pudo encontrar la menor falla en su razonamiento y el acusado fue absuelto.

Cuento tomado del libro “El hombre que amaba las gaviotas y otros relatos”, de Osho.

martes, 28 de junio de 2011

Ventana sobre la palabra

Magda recorta palabras de los diarios, palabras de todos los tamaños, y las guarda en cajas. En cajas rojas guarda las palabras furiosas. En caja verde, las palabras amantes. En caja azul, las neutrales. En caja amarilla, las tristes. Y en caja transparente guarda las palabras que tienen magia. A veces, ella abre las cajas y las pone boca abajo sobre la mesa, para que las palabras se mezclen como quieran. Entonces, las palabras le cuentan lo que ocurre y le anuncian lo que ocurrirá.

Cuento de Eduardo Galeano.

lunes, 27 de junio de 2011

La montaña

El niño empezó a treparse por el corpachón de su padre, que estaba amodorrado en la butaca, en medio de la gran siesta, en medio del gran patio. Al sentirlo, el padre, sin abrir los ojos y sotorriéndose, se puso todo duro para ofrecer al juego del hijo una solidez de montaña. Y el niño lo fue escalando: se apoyaba en las estribaciones de las piernas, en el talud del pecho, en los brazos, en los hombros, inmóviles como rocas. Cuando llegó a la cima nevada de la cabeza, el niño no vio a nadie.
—¡Papá, papá! —llamó a punto de llorar.

Un viento frío soplaba allá en lo alto, y el niño, hundido en la nieve, quería caminar y no podía.
—¡Papá, papá!

El niño se echó a llorar, solo sobre el desolado pico de la montaña.

Cuento de Enrique Anderson Imbert.

domingo, 26 de junio de 2011

La vuelta del maestro

Desde sus primeros años, Migyur —tal era su nombre— había sentido que no estaba donde tenía que estar. Se sentía forastero en su familia, forastero en su pueblo.

Al soñar, veía paisajes que no eran de Ngari: soledades de arena, tiendas circulares de fieltro, un monasterio en la montaña; en la vigilia, estas mismas imágenes velaban o empañaban la realidad.

A los diecinueve años huyó, ávido de encontrar la realidad que correspondía a esas formas. Fue vagabundo, pordiosero, trabajador, a veces ladrón. Hoy llegó a esta posada, cerca de la frontera.

Vio la casa, la fatigada caravana mongólica, los camellos en el patio. Atravesó el portón y se encontró ante el anciano monje que comandaba la caravana.
Entonces se reconocieron: el joven vagabundo se vio a sí mismo como un anciano lama y vio al monje como era hace muchos años, cuando fue su discípulo; el monje reconoció en el muchacho a su viejo maestro, ya desaparecido. Recordaron la peregrinación que había hecho a los santuarios del Tíbet, el regreso al monasterio de la montaña.

Hablaron, evocaron el pasado; se interrumpían para intercalar detalles precisos.

El propósito del viaje de los mogoles era buscar un nuevo jefe para su convento. Hacía veinte años que había muerto el antiguo y que en vano esperaban su reencarnación.

Hoy lo habían encontrado.

Al amanecer, la caravana emprendió su lento regreso. Migyur regresaba a las soledades de arena, a las tiendas circulares y al monasterio de su encarnación anterior.

Cuento de Alexandra David-Neel.

sábado, 25 de junio de 2011

El significado real de los viajes

En su juventud, Lao-tse amaba los viajes. Cierto día, el sabio Hu-Ch’eng Tse le preguntó:
—¿Por qué te gusta tanto viajar?
—Para mí —dijo Lao-tse—, el placer del viaje reside en la contemplación de la variedad. Algunas gentes viajan y sólo ven lo que tienen delante de los ojos; cuando yo viajo, contemplo el incesante fenómeno del cambio.
—Me pregunto si tus viajes son de veras distintos a los de los otros —repuso Hu-Ch’eng—. Siempre que vemos algo, contemplamos algo que está cambiando; y casi siempre, al ver eso que cambia, no nos damos cuenta de nuestros propios cambios. Los que se toman trabajos sin cuento para viajar, ni siquiera piensan que el arte de ver los cambios es también el arte de quedarse inmóvil. El viajero cuya mirada se dirige hacia su propio ser, puede encontrar en él mismo todo lo que busca. Ésta es la forma más perfecta del viaje; la otra es, en verdad, una manera muy limitada de cambiar y contemplar los cambios.

Convencido de que hasta entonces había ignorado el significado real del viaje, Lao-tse dejó de salir. Al cabo del tiempo Hu-Ch’eng Tse lo visitó:
—¡Ahora sí puedes convertirte en un verdadero viajero! —le dijo—. El gran viajero no sabe adónde va; el que de verdad contempla, ignora lo que ve. Sus viajes no lo llevan a una parte de la creación y luego a otra; sus ojos no miran un objeto y después otro; todo lo ve junto. A esto es a lo que llamo contemplación.

Cuento de la tradición taoísta.

viernes, 24 de junio de 2011

Las tres preguntas

El discípulo se dirigió al maestro para tener un encuentro espiritual. Antes de comenzar, el maestro lo previno:
—Solo te contestaré tres preguntas. Piénsalas muy bien

Tras unos instantes de reflexión, el discípulo preguntó:
—¿Cuál es la verdad más profunda?

El maestro repuso:
—Un árbol en el jardín.

Entonces el discípulo preguntó:
—¿Qué es la iluminación?

El maestro respondió:
— Un árbol en el jardín.

Consternado, el discípulo preguntó:
— ¿Qué es la sabiduría?

El maestro contestó:
—Un árbol en el jardín

Cuento de la tradición budista zen.

jueves, 23 de junio de 2011

Ágrafa musulmana en papiro de oxyrrinco

Estabas a ras de tierra y no te vi. Tuve que cavar hasta el fondo de mí para encontrarte.

Cuento de Juan José Arreola.

miércoles, 22 de junio de 2011

Ovejas negras

Un ingeniero, un físico experimental, un físico teórico y un filósofo están paseando en las montañas de Escocia. Cuando llegan a lo alto de la cima, ven en otra cima una oveja negra. El ingeniero dice:
—Está visto que las ovejas en Escocia son negras.
—Mejor sería decir que ‘algunas’ ovejas escocesas son negras —responde el físico experimental.

El físico teórico piensa un momento y exclama:
—Es más correcto decir que al menos una de las ovejas escocesas es negra.

Por fin, el filósofo responde:
—Al menos, por uno de sus lados.

Cuento tomado de la página Filosofía.org.ar

martes, 21 de junio de 2011

Los tres gusanos de seda

Había una vez tres gusanos de seda que ignoraban su futuro como mariposas. Sus nombres eran: Pesimista, Realista e Idealista. Se les acercaba la hora de su transformación y empezaron a sentir los primeros síntomas.

Su voraz apetito fue desapareciendo, su movilidad menguaba a gran velocidad y, finalmente, sintieron cómo el capullo los aislaba del mundo conocido, de la seguridad de lo cotidiano. En la oscuridad del misterio de su futuro, tuvieron pensamientos distintos.

Pesimista se dijo a sí mismo que estaba viviendo el final de su vida, y en lo más profundo de su sentir, se despidió de los buenos momentos.

Realista se dio ánimos diciéndose que todo aquello sería momentáneo y que, tarde o temprano, volvería a la normalidad.

Idealista sintió que aquello que le estaba ocurriendo podría ser la oportunidad para que se cumpliese su sueño más preciado: poder volar. Y aprovechó la oscuridad para perfeccionar sus sueños.

Cuando los tres capullos se abrieron, dejaron ver tres realidades iguales y distintas a la vez…

Pesimista era una bellísima mariposa, pero estaba muerta… Había muerto de miedo.

Realista era una hermosísima mariposa pero, a pesar de ello, empezó a arrastrarse como cuando era gusano. Con satisfacción, dio las gracias al cielo por haber podido seguir igual.

Idealista, al ver la luz del día, buscó sus alas y, al contemplarlas, su corazón rezumó alegría, emprendió el vuelo, y dio las gracias, repartiendo su dicha por todo el bosque.

Cuento tomado del libro “Veintitrés maestros de corazón. Un salto cuántico en la enseñanza”, de Carlos González Pérez.

lunes, 20 de junio de 2011

El hombre más pobre de la ciudad

Cierto día, un monje dejó su ashram y fue a la calle principal de la ciudad, agitando unas cuantas monedas de cobre en la palma de su mano. Mientras los mendigos se aglomeraban a su alrededor, anunció que solo le daría las monedas al hombre más pobre. A medida que las manos demandantes se extendían desde todos los lados, él exclamaba:
—No, no es para ti, ni para ti, ni para ti.

De pronto, la fanfarria de las trompetas se impuso por sobre el ruido de la calle. Los guardias proclamaron con grandes voces que el maharajá salía del palacio en su elefante real.

El pueblo se alineó para ver al soberano, pero el monje se paró frente al elefante y, mientras arrojaba las monedas, gritó:
—¡Oh, ¡Gran Maharajá! Tengo algo para ti!

El gobernante se mostró sorprendido y demandó una explicación acerca de la impertinente conducta del hombre.
—Su Majestad, prometí que hoy le daría estas monedas de cobre al hombre más pobre de la ciudad.
—¡Yo soy el dueño esta ciudad, insensato! ¿Cómo puedes decir que soy el hombre más pobre?
—Porque usted tiene un constante deseo de poseer más.

Cuento de la tradición hindú.

domingo, 19 de junio de 2011

¡Espero estar muy enfermo!

Mientras Nasrudín estaba sentado en la sala de espera del consultorio del doctor, repetía en voz alta:
—¡Oh, Dios, espero estar muy enfermo!

Esto intrigó mucho a los otros pacientes que, sin embargo, no se atrevieron a averiguar la razón de tales palabras. Cuando el médico llegó, el mullah dijo casi a gritos:
—¡Realmente, espero estar muy enfermo!
—¿Por qué dices eso? —preguntó el galeno.
—No me gustaría pensar que alguien que se siente tan mal como yo no tiene nada.

Cuento de la tradición sufí.

sábado, 18 de junio de 2011

Demostración

Un profesor de filosofía entra en clase para tomarles el examen final a sus alumnos. Pone su silla encima del escritorio y le dice a la clase:
— Usando cualquier cosa aplicable que hayan aprendido durante este curso, demuéstrenme que esta silla no existe.

Todos los alumnos se ponen a la tarea. Utilizan sus lápices y gomas de borrar y aventuran argumentos para probar que la silla no existe. Pero un alumno, después de escribir rápidamente su respuesta, entrega el examen ante el asombro de sus compañeros.

Pasan unos días y cuando el profesor entrega las notas finales, para sorpresa del grupo, el alumno que entregó primero su examen obtiene la mejor calificación. Su respuesta fue: “¿Qué silla?”

Cuento tomado de la página Filosofía.org.ar

viernes, 17 de junio de 2011

Etapas de una búsqueda

El maestro estaba de un talante comunicativo, y por eso sus discípulos trataron de que les contara las fases por las que había pasado en su búsqueda de la divinidad.
— Primero—les dijo—, Dios me condujo de la mano al País de la Acción, donde permanecí una serie de años. Luego volvió y me condujo al País de la Aflicción, y allí viví hasta que mi corazón quedó purificado de toda afección desordenada. Entonces fue cuando me vi en el País del Amor, cuyas ardientes llamas consumieron cuanto quedaba en mi de egoísmo. Tras de lo cual, accedí al País del Silencio, donde se develaron ante mis asombrados ojos los misterios de la vida y de la muerte.
—¿Y fue ésta la fase final de tu búsqueda? —le preguntaron.
—No respondió, el Maestro—. Un día dijo Dios: “Hoy voy a llevarte al santuario más escondido del Templo, al corazón del propio Dios.... Y fui conducido al País de la Risa”.

Cuento tomado del libro “Historias Zen”, de Taisen Deshimaru.

jueves, 16 de junio de 2011

El anuncio

Nasrudín estaba en la plaza del mercado y se dirigió a la multitud:
— ¡Oh, gentes de este lugar! ¿Quieren el conocimiento sin dificultad, la verdad, sin falsedad, el logro sin esfuerzo, el progreso sin sacrificio?

Muy pronto, se reunió a su alrededor un gran número de personas que gritaban:
—¡Sí, claro que queremos todo eso!
—¡Excelente! —dijo entonces muy serio el mullah—. Lo pregunté solo para saber. Pueden confiar en que, si algún día lo descubro, serán los primeros en enterarse.

Cuento de la tradición sufí.

miércoles, 15 de junio de 2011

El modo de hacer la cama

Uno de los deberes del sirviente de Rabí Méndel de Rymanov era hacer su cama, y nunca permitía que nadie la hiciera en su lugar. Cuando un joven entró como cuidador de los fogones, le pidió el sirviente que le dejara hacer la cama del maestro, pero el hombre se negó. Argumentó que, sin duda, el Rabí notaría que otra mano había realizado el servicio.

Un día, sin embargo, el sirviente fue llamado fuera de la casa antes de la noche, y dado que debía salir enseguida, transfirió sus obligaciones al fogonero, a quien dio detalladas instrucciones sobre cómo debía hacer la cama. El joven prometió seguir sus indicaciones al pie de la letra.

Cuando Rabí Méndel se levantó a la mañana siguiente, llamó al sirviente y le preguntó quién había hecho la cama. Temblando el hombre contestó y pidió perdón.
—No sabía —dijo el maestro– que se podía dormir tan dulcemente. Desde ahora el fogonero hará mi cama todos los días.

Cuento de la tradición jasídica.

martes, 14 de junio de 2011

Deseos

Nasrudín invitó a todos sus discípulos a una cena. Comieron y bebieron durante varias horas, mientras charlaban sobre el origen de las estrellas y los propósitos de la vida. Cuando casi amanecía, los comensales se prepararon para regresar a sus hogares pero el mullah trajo un gran plato de dulces exquisitos. Se los ofreció amablemente pero uno de ellos se negó a aceptarlos diciendo:
— El maestro nos está probando. Quiere comprobar si podemos controlar nuestros deseos.
—Te equivocas —repuso Nasrudín—. La mejor manera de dominar un deseo es satisfacerlo. Prefiero que tengan los dulces en el estómago que en el pensamiento, que debe utilizarse para cosas más nobles.

Cuento de la tradición sufí.

lunes, 13 de junio de 2011

La roca

Un discípulo le preguntó a su maestro:
—¿Cómo puedo convertirme en el más grande guerrero?
—Sube a esa colina e insulta a la roca que se encuentra en lo alto.
—Pero, ¿y si ella no reacciona?
—Entonces, golpéala con tu espada.
—¡Pero mi espada se romperá!
—Entonces, atácala con tus propias manos.
—De ese modo, solo lograré que me duelan las manos... Y eso no es lo que pedí. Lo que quiero saber es cómo convertirme en el mayor de los guerreros.
—El más grande de los guerreros es como la roca. No se preocupa por los insultos o provocaciones, pero siempre está dispuesto a deshacerse de cualquier ataque del enemigo

Cuento de la tradición budista zen.

domingo, 12 de junio de 2011

La verdad sobre Sancho Panza

Sancho Panza, que por lo demás nunca se jactó de ello, logró, con el correr de los años, mediante la composición de una cantidad de novelas de caballería y de bandoleros, en horas del atardecer y de la noche, apartar a tal punto de sí a su demonio, al que luego dio el nombre de don Quijote, que éste se lanzó irrefrenablemente a las más locas aventuras, las cuales empero, por falta de un objeto predeterminado, y que precisamente hubiese debido ser Sancho Panza, no hicieron daño a nadie. Sancho Panza, hombre libre, siguió impasible, quizás en razón de un cierto sentido de la responsabilidad, a don Quijote en sus andanzas, alcanzando con ello un grande y útil esparcimiento hasta su fin.

Cuento de Franz Kafka.

sábado, 11 de junio de 2011

El río

Era un discípulo que siempre estaba generando crispación y un día, atormentado, le preguntó al maestro:
—¿Dónde está el secreto para ir más allá del conflicto?
—En el río.
—No te entiendo.
—Entonces, conviértete en río.

Cuento tomado del libro “Cuentos espirituales de la China”, de Ramiro Calle.

viernes, 10 de junio de 2011

Ventana sobre la palabra II

En Haití no se puede contar cuentos durante el día. Quien cuenta de día merece la desgracia: la montaña le arrojará una pedrada a la cabeza, su madre sólo podrá caminar en cuatro patas.

Los cuentos se cuentan en la noche, porque en la noche vive lo sagrado, y quien sabe contar cuenta sabiendo que el nombre es la cosa que el nombre nombra.

Cuento de Eduardo Galeano.

jueves, 9 de junio de 2011

Proporción

A un visitante que había acudido esperando encontrarse con algo fuera de lo normal, lo defraudaron las triviales palabras que el Maestro le había dirigido.
—He venido aquí buscando a un Maestro —le dijo a un discípulo—, y todo lo que encontré fue a un ser humano que no se diferencia de los demás.

Y el discípulo le replicó:
—El Maestro es un zapatero con infinitas provisiones de cuero. Pero lo corta y lo cose de acuerdo con las dimensiones de tu pie.

Cuento de Anthony de Mello.

miércoles, 8 de junio de 2011

Mudanza imprevista

Un ladrón se introdujo en casa de Nasrudín para despojarlo. Tan pronto como éste advirtió su presencia, se escondió en un rincón.

Desde su escondite, el mullah asistió a la operación del robo y luego siguió al malhechor hasta su casa, donde lo abordó educadamente.
—Gracias por haber trasladado todos mis efectos y mis muebles —le dijo—. Has hecho que abandonáramos nuestro sórdido alojamiento, en el que tanto mi familia como yo nos estábamos pudriendo. Ahora, vamos a poder vivir aquí. ¡Voy ya mismo a buscar a mi mujer y a mis hijos para que disfruten sin más tardanza de tu generosa hospitalidad!

El ladrón, angustiado ante la idea de tener que cargar con toda aquella gente, le devolvió en el acto sus bienes:
— ¡Tómalo todo de nuevo! —exclamó— ¡Y guárdate para ti tu familia y tus problemas!

Cuento de la tradición sufí.

martes, 7 de junio de 2011

Llenar de agua un colador

Cierta vez, una mujer visitó a un maestro para aprender a desarrollar una vida espiritual. El maestro le dio un colador y un tazón, y fueron juntos a una playa cercana. Se pararon sobre una roca rodeados por las olas.
-Muéstrame cómo llenas el colador con agua —le dijo el maestro

Ella se inclinó y comenzó a llenarlo con el tazón. El agua apenas llegaba a cubrir la base y luego se filtraba a través de los agujeros.
—Con la práctica espiritual sucede lo mismo —dijo el maestro—, mientras uno permanezca de pie en la roca de la personalidad e intente llenarse con cucharadas de conciencia espiritual.
—Entonces, ¿cómo se hace? —preguntó la mujer.

El maestro tomó el colador y lo arrojó al mar. El objeto flotó unos instantes y después se hundió.
—Ahora está lleno de agua y así permanecerá —dijo luego—. Ese es el modo de llenar un colador con agua y también de realizar la práctica espiritual. No se logra vertiendo pequeñas dosis de espíritu en la individualidad, sino arrojando la individualidad dentro del mar de la vida espiritual.

Cuento de origen desconocido.

lunes, 6 de junio de 2011

Doble trabajo

Una vez se le acercó a Isócrates un joven que, con gran derroche de palabras, pidió ser admitido como discípulo. Se dice que Isócrates lo admitió, pero quiso cobrarle el doble que al resto de los alumnos. Ante las protestas del candidato, el maestro repuso:
—Contigo el trabajo es doble: a ti debo enseñarte primero a callar y, cuando hayas aprendido esto, a hablar correctamente.

Cuento de origen desconocido.

domingo, 5 de junio de 2011

La palmera y la piedra

Había una vez un hombre malvado llamado Ben Sadok, cuyo carácter era tan violento que no podía ver nada hermoso sin estropearlo. Este hombre llegó a orillas de un oasis donde crecía una bella y joven palmera. Su vista hirió los ojos del malvado, que tomó una gran piedra, la puso encima de la corona de la palmera y continuó su camino.

La joven planta se sacudió, se inclinó e intentó deshacerse de la pesada carga sin éxito. Entonces arañó el suelo, excavó y se mantuvo en pie a pesar de la enorme piedra. Como no podía estirar sus ramas, se fue hundiendo y enterró sus raíces tan profundamente que encontró las vetas de agua más escondidas del oasis. Esas aguas frescas la alimentaron y fortalecieron hasta que creció tan alto que ya ningún árbol pudo hacerle sombra.

Al cabo de unos años volvió el malvado Ben Sadok, para alegrarse la vista con el árbol que él había estropeado. Buscó sin éxito hasta que la palmera más orgullosa bajó su corona, le enseñó la piedra y le dijo:
—Tengo que darte las gracias porque tu carga me ha hecho fuerte.

Cuento popular africano.

sábado, 4 de junio de 2011

La mejor mentira

Cierta vez, el rey hizo colocar en la plaza central un aviso que anunciaba:

“Premiaré al niño capaz de decirme la mejor mentira.”

Cuando leyeron esto, los nobles y oficiales de la corte acudieron con sus hijos para que le contaran al soberano toda clase de embustes, pero ninguno lo convenció. Al final, apareció un muchacho pobre.
— ¿A qué has venido?—le preguntó el rey.
—Mi padre me mandó a que cobrara una deuda que Su Majestad tiene con él.
—Con tu padre no hay ninguna deuda, tú mientes —contestó el monarca.
—Si realmente he mentido, entrégueme entonces el premio.

El rey se dio cuenta del ardid y repuso con prontitud:
—Me parece que todavía no has dicho ninguna mentira.
—Si no he mentido, entonces pague su deuda —dijo el muchacho.

Al rey no le quedó más remedio que mandarlo a casa entregándole una bolsa de oro y frutas, como había prometido.

Cuento popular mongol.

viernes, 3 de junio de 2011

El burro perdido

Nasrudín había perdido el burro y, mientras lo buscaba, rezaba y daba gracias a Dios.
—¿Cómo puedes estar tan contento si has perdido tu precioso burro? —le preguntaron.
—Estoy feliz porque no estaba encima del animal en ese momento. ¡De no ser así, me habría perdido yo también!

Cuento de la tradición sufí.

jueves, 2 de junio de 2011

Las granadas

Había una vez un hombre que tenía muchos granados en su huerta. Y durante varios otoños puso sus granadas en bateas de plata fuera de su casa, con un letrero que decía: "Toma una gratis y que seas bien servido". Pero la gente pasaba y nadie tomaba fruta alguna. Entonces el hombre reflexionó, y un otoño no puso granadas en bateas de plata fuera de su casa, pero escribió con grandes caracteres: "Aquí tenemos las mejores granadas de la región y se venden más caras que las de cualquier otro". Y de esa manera, todos los hombres y todas las mujeres del pueblo se apresuraron a comprarlas.

Cuento de Gibrán Khalil Gibrán.

miércoles, 1 de junio de 2011

Palillos de marfil

Cuando Chu, último rey de la dinastía Chang, ordenó que de un marfil de inmenso valor se le fabricaran palillos para comer, su tío y consejero, el príncipe Ki, se mostró sumamente triste y preocupado. Los palillos de marfil no pueden usarse con tazones y platos de barro cocido: exigen vasos tallados en cuernos de rinoceronte y platos de jade, donde en vez de cereales y legumbres deben servirse manjares exquisitos, como ser colas de elefante y fetos de tigre. Llegado a esto, difícilmente el rey estaría dispuesto a vestir telas burdas y vivir bajo un techo de paja: encargaría sedas y mansiones lujosas.
—Me inquieta adónde conducirá todo eso —dijo el príncipe Ki.

Efectivamente, cinco años después el rey Chu de la dinastía Chang asolaba el reino para colmar sus despensas con todas las exquisiteces, torturaba a sus súbditos con hierros cadentes, y se embriagaba en un lago de vino. Y de este modo perdió su reino.

Cuento popular chino.

martes, 31 de mayo de 2011

Cebollas

Un hombre carente del sentido del olfato se durmió en medio de una plantación de cebollas vistiendo una espléndida túnica. Cuando despertó, las personas huían de él en todas direcciones.
—¡Qué triste y solitario es el destino de un esteta! —se lamentó—. Por falta de sensibilidad visual todas las gentes se quedan sin gozar el espectáculo de mi vestidura.

Cuento de la tradición sufí.

lunes, 30 de mayo de 2011

La apuesta del viejo guerrero

El señor Naoshige le dijo un día a Shoun, uno de sus más antiguos samuráis:
—La fuerza y el vigor del joven Katsuchige son admirables para su edad. Cuando lucha con sus compañeros, vence incluso a los mayores que él.
—A pesar de que ya no soy joven estoy dispuesto a apostar que no conseguirá vencerme —afirmó el anciano Shoun.

Para Naoshige fue un placer organizar el encuentro que tuvo lugar esa
misma noche en el patio del castillo, en medio de un gran número de
samuráis. Estos estaban impacientes por ver lo que le iba a suceder al
viejo Shoun.

Desde el comienzo, el joven y poderoso Katsushige se precipitó sobre su frágil adversario. Shoun estuvo a punto de caer varias veces. Sin embargo, ante la sorpresa general, cada vez se restableció en el último momento. El joven, exasperado, intentó derribarlo poniendo toda su fuerza en el empeño, pero Shoun aprovechó hábilmente su movimiento y fue él quien lo desequilibró, arrojándolo al suelo.

Después de ayudar a su adversario, todavía atontado, a levantarse, Shoun se acercó al señor Naoshige y le dijo:
—Sentirse orgulloso de su fuerza cuando aún no se domina la fogosidad es como vanagloriarse públicamente de los propios defectos.

Cuento de la tradición budista.

domingo, 29 de mayo de 2011

Ventana sobre la memoria 1

A orillas de otro mar, otro alfarero se retira en sus años tardíos.

Se le nublan los ojos, las manos le tiemblan, ha llegado la hora del adiós. Entonces ocurre la ceremonia de la iniciación: el alfarero viejo ofrece al alfarero joven su pieza mejor. Así manda la tradición, entre los indios del noroeste de América: el artista que se va entrega su obra maestra al artista que se inicia.

Y el alfarero joven no guarda esa vasija perfecta para contemplarla y admirarla, sino que la estrella contra el suelo, la rompe en mil pedacitos, recoge los pedacitos y los incorpora a su arcilla.

Cuento de Eduardo Galeano.

sábado, 28 de mayo de 2011

La voluntad de Alá

—Hágase la voluntad de Alá —dijo un hombre piadoso acerca de un tema insubstancial.
—Siempre se hace —afirmó el mullah Nasrudín muy serio.
—¿Cómo puedes demostrarlo, mullah? —le preguntó uno de los presentes.
—Es bastante fácil. Si no estuviera haciéndose siempre, seguro que en algún momento se haría mi voluntad, ¿no es cierto?.

Cuento de la tradición sufí.

viernes, 27 de mayo de 2011

Fábula

Un pastor se encuentra con un lobo.
—¡Qué hermosa dentadura tiene usted, señor lobo!— le dice.
—¡Oh!— responde el lobo —. Mi dentadura no vale gran cosa, pues es una dentadura postiza.
—Confesión por confesión, entonces— dice el pastor—; si su dentadura es postiza, yo puedo confesarle que no soy pastor: soy oveja.

Cuento de Braulio Arenas.

jueves, 26 de mayo de 2011

La enseñanza de la acción impecable

Unos hombres estaban de visita en casa de un maestro. Uno le dijo al otro:
—¿Has venido como yo a escuchar sus enseñanzas?
—No —contestó el otro—. Para mí es suficiente ver cómo se ata las sandalias.

Cuento tomado del libro “Los 120 mejores cuentos de las tradiciones espirituales de Oriente”, de Ramiro A. Calle.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Ayuda

Un campesino chino llamado Chung Fu llevaba una vida sencilla y se mantenía vendiendo verduras en el mercado. Pero, a medida que envejecía, sintió la necesidad del despertar espiritual y recurrió a un maestro que procedía de su misma aldea.

Cuando fue a verlo a la cueva en que vivía austeramente, le expuso el objeto de su visita y le pidió ayuda en la búsqueda que deseaba emprender.
—Ayúdame a saber quién soy —le dijo— y qué se supone que debo hacer en la vida.

El maestro, que lo conocía perfectamente y conocía también el camino de la liberación lo miró con fijeza, guardó silencio un rato y pronunció al final las palabras del consejo:
—Tú eres Chung Fu y se supone que debes vender verduras en el mercado.

Cuento de Carlos G. Vallés.

martes, 24 de mayo de 2011

Controversia

Era un lama joven y con gran sentido del humor, que sabía bien que la vida espiritual no tiene por qué ser, en absoluto, triste y solemne. Era muy accesible, cordial y sin artificios. Consideraba a todos los monjes y novicios como sus hermanos pequeños y estaba siempre haciendo bromas con ellos. Les enseñaba la doctrina, en el patio del monasterio, haciendo juegos, riendo, bailando con los monjes y novicios, realizando bromas y contando chistes.

Pero un día un grupo de fieles pasó por allí y vio cómo se divertían los monjes y novicios y cuánto griterío y risas producían. Acudieron al abad del monasterio y le presentaron una queja. Consideraban que aquél no era modo de enseñar la doctrina; que el lama era irreverente e irrespetuoso.

El abad del monasterio llamó al lama y lo puso al corriente de las opiniones y las quejas de los fieles.

El lama dijo:
—Cambiaré de método, pero será lo mismo.

Sorprendido, el abad preguntó:
—¿Cómo que será lo mismo?
—Venerable abad, ya lo veréis: será lo mismo.

El abad no comprendió al lama y lo dejó ir.

El lama cambió el sistema de enseñanza: todos tenían que guardar un estricto silencio, permanecer estoicamente en postura de meditación durante toda la clase, jamás sonreír y no hacer el menor comentario.

Los fieles pasaron por allí y se asomaron a ver la clase. Aquello les parecía increíble: ¡cuánta rigidez, cuánta severidad, cuánta pesadumbre! Se preguntaron si era necesaria tan estricta disciplina para mostrar la doctrina. Fueron al abad del monasterio y se quejaron del lama.

El abad llamó al lama y le dijo:
—Tenías razón. Como tú decías: “será lo mismo”. Y ahora yo te digo, enseña como quieras. No te dejes influenciar por controversias.

Cuento tomado del libro “Cuentos espirituales del Tibet”, de Ramiro Calle.

lunes, 23 de mayo de 2011

La nota correcta

Un día, en la plaza del mercado, Nasrudín estaba tocando en su laúd solamente una nota. Después de un rato, uno de los hombres que lo escuchaba le dijo:
—Mullah, esa nota que tocas es bonita pero, ¿por qué no la varías un poco como hacen los otros músicos?
—Los otros músicos son unos tontos —repuso el mullah—. Ellos están buscando la nota correcta. Yo ya la encontré.

Cuento de la tradición sufí.

domingo, 22 de mayo de 2011

Amenaza

Cierta vez, el mullah Nasrudín llegó a una aldea gritando furiosamente:
—¡He perdido mi alforja! ¡Daos prisa a buscarla, de lo contrario, haré con esta aldea lo mismo que hice con la otra!

Los aldeanos, asustados, corrieron por todas partes para buscar la alforja, hasta que uno la encontró.
—¿Qué habrías hecho —le preguntaron después al mullah—, si no la hubiéramos encontrado?
—Bueno —repuso Nasrudín sonriendo—, habría dejado vuestra aldea y me hubiera ido a otra a buscarla.

Cuento de la tradición sufí.

sábado, 21 de mayo de 2011

Terror

Después de haber vertido mucha sangre, unos guerreros turcos saquearon un poblado. Capturaron a dos campesinos y decidieron matar a uno de ellos. Mientras lo ataban, el campesino preguntó.
—¿Por qué me matáis así, sin razón?
—Para atemorizar a tu amigo y forzarlo a que nos revele dónde ha ocultado su oro —respondieron los guerreros.
—¡Pero él es más pobre que yo! ¡Mejor matadlo a él y entonces yo, presa del terror, os diré dónde he escondido mi oro!

Cuento de Rumi.

viernes, 20 de mayo de 2011

El lenguaje

El Padre Primero de los guaraníes se irguió en la oscuridad, iluminado por los reflejos de su propio corazón, y creó las llamas y la tenue neblina. Creó el amor y no tenía a quién dárselo. Creó el lenguaje, pero no había quién lo escuchara.

Entonces encomendó a las divinidades que construyeran el mundo y que se hicieran cargo del fuego, la niebla, la lluvia y el viento. Y les entregó la música y las palabras del himno sagrado, para que dieran vida a las mujeres y a los hombres. Así el amor se hizo comunión, el lenguaje cobró vida y el Padre Primero redimió su soledad.

Cuento de Eduardo Galeano.

jueves, 19 de mayo de 2011

Fantasía

En un pueblito jasídico, en una fonda miserable, los presentes se pusieron a contar sus fantasías. Uno pidió dinero; otro, un yerno; el tercero, un banco de carpintero. Al terminar, le pidieron a un mendigo desconocido que contara su fantasía. Este dijo:
—Ojalá fuera un poderoso monarca y reinara sobre un poderoso país. Quisiera que de noche, estando dormido en mi palacio, el enemigo irrumpiera en mis tierras y, antes del amanecer, sus jinetes llegaran a las puertas de mi castillo sin encontrar resistencia alguna. Del susto, me despertaría sin tiempo para vestirme. En camisón emprendería la fuga a través de montañas, ríos y bosques, noche y día sin descanso, hasta llegar aquí. Eso es lo que yo desearía.
—Pero, ¿qué ganarías con ese deseo? —atinó a preguntar uno.
—Un camisón.

Cuento de Walter Benjamin.

miércoles, 18 de mayo de 2011

¿Y dónde estoy yo?

Había una vez un hombre que, cuando se levantaba por las mañanas, tardaba tanto tiempo en encontrar su ropa que, por las noches, casi no se atrevía a acostarse, sólo de pensar en lo que lo aguardaba cuando despertara.

Una noche tomó papel y lápiz y, a medida que se desnudaba, iba anotando el nombre de cada prenda y el lugar exacto en que la dejaba.

A la mañana siguiente sacó el papel y leyó: "Calzoncillos..." y allí estaban. Se los puso. "Camisa..." allí estaba. Se la puso también. "Sombrero..." allí estaba. Y se lo encasquetó en la cabeza.

Estaba verdaderamente encantado, hasta que lo asaltó un horrible pensamiento: "¿Y yo?¿Dónde estoy yo?".

Había olvidado anotarlo. De modo que se puso a buscar y a buscar, pero en vano. No pudo encontrarse a sí mismo.

Cuento de Martin Buber.

martes, 17 de mayo de 2011

El predicador

Había un predicador que, cada vez que se ponía a rezar, no dejaba de elogiar a los bandidos y desearles toda la felicidad posible. Elevaba las manos al cielo diciendo:
—¡Oh, Señor, ofrece Tu Misericordia a los calumniadores, a los rebeldes, a los corazones endurecidos, a los que se burlan de la gente de bien y a los idólatras!

Así terminaba su arenga, sin desear el menor bien a los justos y puros.

Un día, sus oyentes le dijeron:
—¡No es costumbre rezar así! Todos estos buenos deseos dirigidos a los malvados no serán escuchados.

Pero él replicó:
—Yo debo mucho a esa gente de la que habláis y por esa razón ruego por ellos. Me han torturado tanto y me han causado tanto daño que me han guiado hacia el bien. Cada vez que me he sentido atraído por las cosas de este mundo, me han maltratado. Y todos esos malos tratos son la causa por la que me he vuelto hacia la Fe.

Cuento de la tradición sufí.

lunes, 16 de mayo de 2011

Diálogo zen

Cierta vez le preguntaron al maestro Nan-in qué era el Buda y respondió:
—Espera a que haya uno y te lo diré.

Ante semejantes palabras, el monje que había hecho la pregunta dijo:
—Si es así como afirmas, no hay nada de Buda en ti.
—En eso tienes razón —replicó Nan-in.
—¿En qué tengo razón, maestro?
—Estamos en el día treinta de este mes —fue la respuesta.

Cuento de la tradición budista zen.

domingo, 15 de mayo de 2011

Ventana sobre la palabra 1

Los cuentacuentos, los cantacuentos sólo pueden contar mientras la nieve cae. Así manda la tradición. Los indios del norte de América tienen mucho cuidado con este asunto de los cuentos. Dicen que cuando los cuentos suenan, las plantas no se ocupan de crecer y los pájaros olvidan la comida de sus hijos.

Cuento de Eduardo Galeano.

sábado, 14 de mayo de 2011

Bahaudin y el derviche errante

Cierto día, el maestro Bahaudin estaba con sus discípulos en la plaza de Bujara cuando se aproximó un derviche errante.
—¿De dónde vienes? —le preguntó el maestro.
—No tengo ni idea —dijo el otro riendo estúpidamente.

Algunos de los discípulos murmuraron su desaprobación por ésta falta de respeto.
—¿Adónde vas? —prosiguió Bahaudin.
—¡No lo sé! —gritó el derviche.
—¿Qué es el Bien?—. Para entonces, ya se había reunido una gran multitud en torno de ellos.
—No lo sé.
—¿Qué es el Mal?
—No tengo ni idea.
—¿Qué es lo Correcto?
—Todo lo que es bueno para mí.
—¿Qué es lo Equivocado?
—Todo lo que es malo para mí.

Las gentes, agotada su paciencia e irritadas por el derviche, lo apartaron. Este se fue caminando, a grandes pasos, en una dirección indeterminada.
—¡Tontos! —exclamó Bahaudin—. Este hombre estaba representando el papel de la humanidad. Mientras vosotros lo despreciabais, él os enseñaba deliberadamente la falta de atención que todos vosotros mostráis, de forma inconsciente, cada día de vuestras vidas.

Cuento de la tradición sufí.

viernes, 13 de mayo de 2011

Sin palabras

Un discípulo le pidió a su maestro:
—Muéstrame el camino sin emplear palabras.
—Pídemelo sin usarlas —fue la respuesta.

Cuento de la tradición budista zen.

miércoles, 11 de mayo de 2011

La tela

Un hombre caminaba por un callejón con un rollo de tela bajo el brazo cuando comenzó a llover torrencialmente. El caminante desenrolló la tela y la extendió sobre su cabeza. De pronto, otro hombre que pasaba por allí también se cobijó bajo el toldo improvisado.

Cuando cesó la lluvia, el segundo hombre reclamó la tela como suya y se inició una discusión que casi llegó a las manos. Finalmente, ambos llevaron el caso ante un juez. Este escuchó los respectivos argumentos y dijo:
—Alguacil, consiga unas tijeras y corte la tela justo por el medio para darle a cada uno su parte.

Así se hizo pero, entonces, el juez comprobó que uno de los hombres se manifestaba contento con la decisión mientras que el otro seguía muy enojado.
—Ya sé quién es el dueño de la tela —dijo el juez—. Alguacil, devuélvasela y envíe al ladrón a prisión.

Cuento de la tradición hindú.

martes, 10 de mayo de 2011

La vara

El padre de Moshé Leib se oponía resueltamente a la vía jasídica. Cuando supo que Moshé había dejado la casa para convertirse en discípulo de rabí Schmelke, se puso furioso. Cortó la rama de un árbol y la guardó en su habitación, a la espera de que regresara su hijo. Cada vez que veía una rama más apropiada, fabricaba con ella una nueva vara que, al parecer, resultaría más eficaz, y tiraba la antigua. Pasó el tiempo y muchas varas fueron cambiadas. Durante una limpieza general de la casa, un sirviente tomó la vara y la llevó al desván.

Poco después, Moshé Leib pidió permiso a su maestro para ausentarse por un corto tiempo y se dirigió a su casa. Cuando vio que su padre daba un salto al verlo y emprendía furiosa búsqueda, fue directamente al desván, retiró la vara y la depositó frente al anciano. Este miró el rostro grave y afectuoso de su hijo y se sintió vencido.

Cuento de la tradición jasídica.

domingo, 8 de mayo de 2011

Voz en la noche

Una voz me susurró anoche:
—No existe nada que sea una voz susurrando en la noche.

Cuento de Haidar Ansari.

sábado, 7 de mayo de 2011

Técnica

Cierto joven que había estudiado Zen con Bankei decidió probar la templanza de su maestro atacándolo repentinamente con su lanza mientras estaba sentado.

Sin inmutarse, Bankei repelió el ataque con su rosario y luego le dijo:
—Tu técnica todavía no está madura. Tu mente atacó primero.

Cuento de la tradición budista zen.

viernes, 6 de mayo de 2011

Estadística

Un pobre le dijo a un rico:
—Yo gasto en comida todo lo que gano.
—¡Ese es tu error!! —lo amonestó el rico—. En comida yo gasto solamente el cinco por ciento de lo que gano.

Cuento de la tradición sufí.

jueves, 5 de mayo de 2011

Un lugar mejor

Cierta vez, un hombre puso un aviso en el diario: “Casa y enseres en venta por emigración del propietario””.

Tuvo una gran cantidad de respuestas al anuncio y un amigo le preguntó:
—¿Conseguiste buen precio por tus cosas?
—¿Buen precio? —fue la respuesta—. ¡No vendí absolutamente nada! Todo el mundo quería saber si yo conocía algún lugar mejor para emigrar…

Cuento de la tradición sufí.

miércoles, 4 de mayo de 2011

El filósofo y el zapatero

Un filósofo llegó un día al taller de un zapatero remendón con unos zapatos gastados y le dijo:
—Por favor, arréglalos.
—Ahora estoy remendando zapatos de otros hombres —respondió el zapatero—, y hay todavía más para reparar antes de que pueda ocuparme de los tuyos. Pero déjalos aquí. Usa este otro par por hoy, y ven mañana a buscarlos.
—No uso zapatos que no son míos —protestó indignado el filósofo.
—Pues bien -dijo el remendón—, ¿en verdad eres un filósofo y no puedes calzarte los zapatos de otro hombre? Al final de esta calle hay otro zapatero que comprende a los filósofos mejor que yo. Recurre a él para remiendos.

Cuento de Gibran Khalil Gibran.

martes, 3 de mayo de 2011

Un trago largo

Un estudiante le preguntó al maestro Mazu:
—¿Qué tipo de persona es la que no está apegada a cosa alguna?
—Cuando usted beba de un trago todas las aguas del río Xijiang, se lo diré—respondió Mazu.

Cuento de la tradición budista zen.

lunes, 2 de mayo de 2011

La pasión de decir/2

Ese hombre, o mujer, está embarazado de mucha gente. La gente se le sale por los poros. Así lo muestran, en figuras de barro, los indios de Nuevo México: el narrador, el que cuenta la memoria colectiva, está todo brotado de personitas.

Cuento de Eduardo Galeano.

domingo, 1 de mayo de 2011

Primer principio

Una vez se le preguntaron al maestro Wenyi: ´
—¿Cuál es el primer principio?
—Si yo lo dijera, se convertiría en el segundo principio —se limitó a replicar Wenyi.

Cuento de la tradición budista zen.

sábado, 30 de abril de 2011

Milagro

Un naturalista vino desde muy lejos a ver al Baal Shem Tov y le dijo:
—Mis investigaciones demuestran que, en el devenir de la naturaleza, el Mar Rojo iba a dividirse a la misma hora en que los hijos de Israel lo atravesaron. Entonces, ¿qué hay del famoso milagro?

El Baal Shem Tov le respondió:
—¿No sabes que la naturaleza es obra de Dios? El la hizo de tal modo que, a la hora en que los hijos de Israel atravesaron el Mar Rojo, éste tenía que dividirse. Ese es el grande y famoso milagro.

Cuento de la tradición jasídica.

viernes, 29 de abril de 2011

Consejo sufí

—No intentes convencer a un estudiante si lo ves con aspecto incrédulo durante una de tus lecciones —le dijo un maestro sufí a uno de sus ayudantes.
—¿Por qué no? —preguntó éste.
—Porque puede que sea el único que verdaderamente te está escuchando.

Cuento de la tradición sufí.

jueves, 28 de abril de 2011

“No me tientes”

Un monje le preguntó a Zhaozhou:
—¿Qué es lo espiritual?
—Un charco de orina en la Tierra Pura —respondió Zhaozhou
—Te estoy pidiendo que me lo reveles —dijo el monje
—No me tientes —finalizó el maestro.

Cuento de la tradición budista zen.

miércoles, 27 de abril de 2011

Discusión zen

Cuando el maestro Huizhong fue invitado para discutir con otro monje, simplemente llegó, se sentó en una silla y se mantuvo en silencio. Entonces, su interlocutor le dijo:
—Por favor, proponga su tesis para que yo pueda argumentar.
—Ya he propuesto mi tesis —replicó Huizong.
—¿Cuál es? —preguntó el monje.
—Veo que está más allá de su comprensión —dijo el maestro. Y, acto seguido, se levantó de la silla y se fue.

Cuento de la tradición budista zen.

martes, 26 de abril de 2011

El ciempiés inmóvil

Un ciempiés vivía tranquilo y contento hasta que un sapo le preguntó:
—¿En qué orden mueves los pies cuando caminas?

El ciempiés comenzó a pensar en el tema, a hacer pruebas y a confundirse hasta que, al final, se quedó completamente inmóvil.

Cuento de origen desconocido.

lunes, 25 de abril de 2011

Compartir las berenjenas

Nasrudín y un amigo fueron a un restaurante y, para economizar, decidieron compartir un plato de berenjenas. Pero, antes de pedirlas, discutieron fuertemente sobre si debían ser rellenas o fritas.

Al final, cansado y hambriento, Nasrudín cedió y pidieron berenjenas rellenas.

De pronto, mientras esperaban la comida, su acompañante sufrió un colapso y se desmayó. Nasrudín se levantó con rapidez del asiento.
—¿ Vas a buscar un médico? —le preguntó alguien desde una mesa próxima.
— No, tonto —gritó el mullah—. Voy a ver si no es demasiado tarde para cambiar el pedido.

Cuento de la tradición sufí.

domingo, 24 de abril de 2011

Inmunización

Para sorpresa de todos, al Maestro no parecía producirle demasiado entusiasmo la educación religiosa de los niños.

Cuando le preguntaron la razón de ello, respondió:
—Vacunadlos de pequeños y les impediréis contagiarse cuando crezcan.

Cuento de Anthony de Mello.

sábado, 23 de abril de 2011

Sorprenderse a sí mismo

Bedar, el sereno, encontró en plena noche a Nasrudín tratando de abrir desde el jardín la ventana de su propio dormitorio.
—¿ Qué estás haciendo, mullah? ¿Te quedaste afuera?
—¡No hagas ruido! Dicen que camino dormido. Estoy tratando de sorprenderme a mí mismo y de saber si es cierto.

Cuento de la tradición sufí.

viernes, 22 de abril de 2011

Profecía

—Quisiera poder llegar a enseñar la verdad.
—¿Estarías dispuesto a ser ridiculizado e ignorado y a pasar hambre hasta los cuarenta y cinco años?
— Lo estoy. Pero dime qué ocurrirá cuando haya cumplido los cuarenta y cinco años?
—Que ya te habrás acostumbrado a ello.

Cuento de Anthony de Mello.

jueves, 21 de abril de 2011

El coco

Un mono arrojó un coco sobre la cabeza de un sufí.

El hombre lo recogió, bebió su agua, comió su pulpa y se hizo una escudilla con la cáscara.

Cuento de la tradición sufí.

miércoles, 20 de abril de 2011

Necesidad

El místico judío Baal Shem Tov tenía una curiosa forma de orar a Dios. Decía:
— Recuerda, Señor, que Tú tienes tanta necesidad de mí como yo de Ti. Si Tú no existieras, ¿a quién iba yo a orar? Y si yo no existiera, ¿quién iba a orarte a Ti?

Cuento de la tradición jasídica.

martes, 19 de abril de 2011

La coz de un asno

Habiéndole propinado alguien un puntapié, Sócrates aguantó la afrenta sin tomarse desquite alguno. Como algunos lo instaran a emprender medidas contra el agresor, Sócrates les dijo:
—¿Cómo voy a demandarlo ante la justicia? ¿Acaso denunciarían ustedes a un asno que les hubiera dado una coz?

Cuento tomado del libro “La sonrisa de Voltaire”, de Pedro González Calero.

lunes, 18 de abril de 2011

Caber dentro de una palabra

Se cuenta que cierta vez el rabí de Kobrin les dijo a sus discípulos:
—Una persona tiene que estar toda entera dentro de cada palabra que pronuncia.

Y uno de sus discípulos le preguntó:
—¿Cómo puede una persona caber dentro de una palabra?
—Cualquiera que se sienta más grande que una palabra —respondió el rabí— no es la clase de persona de la que estoy hablando.

Cuento de la tradición jasídica.

domingo, 17 de abril de 2011

Tener y dar

Una vez, un sufí le preguntó a un aspirante a discípulo:
—Si tuvieses una casa, ¿la donarías para el Trabajo Sufí?
—Sí —respondió el aspirante.
—¿Abandonarías a tu familia, si tuvieses familia, y seguirías el Sendero de la Verdad?
—Con toda seguridad.
—¿Y si tuvieses dos camisas, ¿donarías una de las dos para la Causa?
—¡Por supuesto que no!
—¿Por qué no?
—¡Porque sí tengo dos camisas!

Cuento de la tradición sufí.

jueves, 14 de abril de 2011

La naturaleza de un asno

El maestro Muhak recibió cierto día la visita de un rey, a quien conocía desde tiempo atrás. Este le dijo que hacía mucho que no se reía y le rogó que bromearan un rato.
—De acuerdo —dijo Muhak—, empezad vos.

El rey comenzó a burlarse del maestro diciéndole que no valía más que un asno apaleado. Muhak, sin embargo, dijo que el rey le recordaba a Buda al pie del árbol de la iluminación.
—¿Y dónde está la gracia —preguntó el rey—. Yo te comparo con un asno apaleado y tú me igualas nada menos que con Buda.
—La gracia está en que lo propio de un asno es ver asnos en todas partes, mientras que lo propio de Buda es ver en todo la naturaleza de Buda.

Cuento de la tradición budista.

miércoles, 13 de abril de 2011

La tortura de la esperanza

Un rabino condenado a muerte por la Inquisición descubre que la puerta de su celda está abierta. Recorre los húmedos pasillos de las mazmorras sin encontrar vigilante alguno. Todas las cerraduras están abiertas. Logra salir a la intemperie, respira la fragancia de la libertad y cae de rodillas, agradeciendo su suerte. Es un hombre religioso: entiende que Dios lo ha liberado.

Al alzar la vista, descubre a una figura junto a él. El gran inquisidor ha llegado ahí para apresarlo. El rabino comprende que todas las fases de la jornada no eran más que un suplicio previsto, el de la esperanza.

Cuento de Juan Villoro, basado en un relato de Villiers de L’Isle-Adam.

martes, 12 de abril de 2011

Las lecciones del gato

Dijo aquel gato:
—¡No vale la pena esforzarse en enseñar a los conejos! Aquí me tenéis, ofreciendo lecciones muy baratas sobre el modo de atrapar ratones ¡y no hay un solo conejo que las quiera!

Cuento de la tradición sufí.

lunes, 11 de abril de 2011

Todo es Brahma

Un asceta muy delgado por sus ayunos llegó cierto día a la plaza de un pueblo. Se sentó a la sombra de un árbol, sacó de su humilde bolsa un pedazo de pan, y empezó a comerlo lentamente.

Entonces, un perro famélico, que era puro huesos, se le acercó y lo miró. Sin decir nada, el monje comenzó a alimentarlo, de manera que le daba un pedazo al perro, y luego tomaba otro para sí.

Los que pasaban por allí, se reían al ver la escena, hasta que uno se acercó y le preguntó por qué despilfarraba de ese modo su comida.

El asceta, sin dejar de dar de comer al perro, le dijo:
—Brahma da de comer a Brahma: por lo tanto, ¿de qué te sorprendes, oh Brahma?

Cuento de la tradición hindú.

domingo, 10 de abril de 2011

La elección

Cierta vez, el rabí Najum les dijo a sus discípulos:
—Si todos pudiéramos colgar nuestras penas en un árbol y luego nos permitieran elegir las que preferimos, cada uno retomaría las suyas, porque las ajenas le parecerían más difíciles de soportar.

Cuento de la tradición jasídica.

sábado, 9 de abril de 2011

Sensibilidad

—¿Cómo puedo experimentar mi unidad con la creación? —preguntó el discípulo.
—Escuchando —respondió el Maestro.
—¿Y cómo debo escuchar?
—Siendo un oído que presta atención a la cosa más mínima que el universo nunca deja de decir. En el momento en que oigas algo que tú mismo estás diciendo, detente.

Cuento de Anthony de Mello.

viernes, 8 de abril de 2011

El trueque

Una vez, en el cruce de un camino, un Poeta pobre encontró a un rico Estúpido, y conversaron. Y todo lo que decían revelaba el descontento de ambos.

Entonces el Ángel del Camino se acercó y posó su mano sobre el hombro de los dos hombres. Y, créanlo, un milagro se produjo; ambos intercambiaron sus posesiones.

Y se alejaron. Pero, cosa difícil de relatar, el Poeta miró y encontró sólo arena seca en sus manos; y el Estúpido cerró los ojos y sintió nada más que nubes en su corazón.

Cuento de Gibran Khalil Gibran.

jueves, 7 de abril de 2011

Actuar del modo correcto

Cierta vez, un aldeano le dijo a un maestro budista:
—Siempre que voy al mercado a vender mis productos, hay un comerciante que intenta humillarme. Hace unos días, no pude soportar más el modo en que me trataba y acabé golpeándole en la cabeza con mi bastón. Saber que mi corazón alberga tanto odio me llena de vergüenza.
—Actuaste de modo equivocado al odiarlo —dijo el maestro sonriendo—. La próxima vez que ese hombre desprecie tu trabajo, procura llenar de bondad tu corazón. Y vuelve a golpearle la cabeza con el bastón, pues parece que solo entiende ese idioma.

Cuento de la tradición budista.

miércoles, 6 de abril de 2011

La abeja y el néctar

Tras un largo y crudo invierno, la abeja encontró un enorme campo lleno de flores.

Tres días después exclamó:
—No puedo descubrir qué ha pasado con este néctar… ¡¡se ha vuelto tan soso!!

Cuento de la tradición sufí.

martes, 5 de abril de 2011

“No me importa”

Un pobre hombre vino a pedirle al maestro Eisai dinero para comer.

Eisai buscó por todo el templo pero no encontró ni una sola moneda. Entonces, quitó la aureola de oro de la estatua de Buda y se la dio. Muchos monjes, escandalizados por su conducta, le dijeron:
—¡Irá al infierno por haber hecho eso!

Pero Eisai les contestó:
—No me importa.

Cuento de la tradición budista zen.

lunes, 4 de abril de 2011

Contradicciones

—He hallado dos afirmaciones de nuestra doctrina que se contradicen entre sí, ¿cuál deberé elegir? —le preguntó el discípulo al maestro.
—Se contradicen únicamente si las consideras por separado —repuso el maestro—. Si palmeas tus manos y sólo observas el movimiento de cada una, creerás que se oponen. No habrás percibido lo que ocurre realmente. La oposición de ambas palmas tiene como único objeto producir un aplauso.

Cuento de la tradición sufí.

domingo, 3 de abril de 2011

Una respuesta de Humanyun Adil

Humanyun Adil oyó decir a alguien:
—Si la disertación de ese maestro tuviese más sustancia, más densidad, ¡cuánto más útil sería!

Inmediatamente, Humanyun Adil exclamó:
—Eso me recuerda a aquel hombre que encontró un manuscrito sabio de cuatro páginas y lamentó cada espacio en blanco, pensando que de ese modo se desperdiciaba el papel. De pronto, mágicamente, la tinta se extendió más allá de las letras y las cuatro páginas quedaron totalmente negras.

Cuento de la tradición sufí.

sábado, 2 de abril de 2011

El espejo

Solea el sol y se lleva los restos de sombra que ha dejado la noche. Los carros de caballos recogen, puerta por puerta, la basura. En el aire tiende la araña sus hilos de baba.

El Tornillo camina las calles de Melo. En el pueblo lo tienen por loco. EL lleva un espejo en la mano y se mira con el ceño fruncido. No quita los ojos del espejo.
—¿Qué haces, Tornillo?
—Aquí —dice—. Controlando al enemigo.

Cuento de Eduardo Galeano.

viernes, 1 de abril de 2011

Sócrates 3

Cuando Sócrates estaba en la cárcel, ya condenado a muerte, su mujer, Xantipa, fue a visitarlo. Y a pesar de la forma poco afectuosa en que lo había tratado siempre, se echó a llorar. Entonces, Sócrates le dijo:
—No llores, todos estamos condenados a muerte por la naturaleza.
—Pero a ti te han condenado injustamente.
—¿Es que te parecería menos lamentable que me hubiesen condenado justamente?

jueves, 31 de marzo de 2011

Sócrates 2

Antístenes fue uno de los discípulos de Sócrates que heredó de su maestro el gusto por lo escaso y la vida sin excesos. Pero, en ese aspecto, llegaba a extremos casi exhibicionistas de pobreza.

Un día, Sócrates lo vio caminando con su capa raída y extremadamente rota por la ciudad. Como Antístenes se preocupaba mucho de que se viese más la parte más estropeada, Sócrates le dijo:
—Por los agujeros de tu capa te veo las ansias de fama.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Sócrates 1

Se dice que Sócrates iba a veces al mercado de Atenas, miraba todo con atención y se iba sin comprar nada. Cuando le preguntaban la razón de su actuar decía:
—Me encanta ver tantas cosas que no necesito para ser feliz.

martes, 29 de marzo de 2011

Arte marcial

Una vez le preguntaron a un guerrero invencible por qué se paseaba por las calles con un aire tan humilde. Mostró una mano extendida y contestó:
—Mis dedos son cinco señores. Estos cinco señores se inclinan ante mí.

Fue cerrando la mano hasta convertirla en un puño.
—Mientras más humildes se hacen, más fuerza me dan.

Cuento de Alejandro Jodorowsky.