Un ladrón se introdujo en casa de Nasrudín para despojarlo. Tan pronto como éste advirtió su presencia, se escondió en un rincón.
Desde su escondite, el mullah asistió a la operación del robo y luego siguió al malhechor hasta su casa, donde lo abordó educadamente.
—Gracias por haber trasladado todos mis efectos y mis muebles —le dijo—. Has hecho que abandonáramos nuestro sórdido alojamiento, en el que tanto mi familia como yo nos estábamos pudriendo. Ahora, vamos a poder vivir aquí. ¡Voy ya mismo a buscar a mi mujer y a mis hijos para que disfruten sin más tardanza de tu generosa hospitalidad!
El ladrón, angustiado ante la idea de tener que cargar con toda aquella gente, le devolvió en el acto sus bienes:
— ¡Tómalo todo de nuevo! —exclamó— ¡Y guárdate para ti tu familia y tus problemas!
Cuento de la tradición sufí.
miércoles, 8 de junio de 2011
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