Un hombre fue acusado de usar dinero falso para pagar una cuenta. En la corte, el acusado arguyó que no sabía que el dinero era falsificado. Cuando se le insistió en que lo comprobara, respondió:
—Yo lo robé. ¿Me hubiera robado ese dinero a sabiendas de que era falso?
Tras pensarlo, el juez decidió que la respuesta tenía sentido. Por lo tanto, lo absolvió del cargo de falsificación y le impuso un nuevo cargo: hurto.
—Claro que yo me lo robé —admitió de buen grado el hombre—. Pero el dinero falsificado no tiene ningún valor legal. ¿Desde cuándo es un crimen robarse nada?
Nadie pudo encontrar la menor falla en su razonamiento y el acusado fue absuelto.
Cuento tomado del libro “El hombre que amaba las gaviotas y otros relatos”, de Osho.
miércoles, 29 de junio de 2011
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