Una vez se le acercó a Isócrates un joven que, con gran derroche de palabras, pidió ser admitido como discípulo. Se dice que Isócrates lo admitió, pero quiso cobrarle el doble que al resto de los alumnos. Ante las protestas del candidato, el maestro repuso:
—Contigo el trabajo es doble: a ti debo enseñarte primero a callar y, cuando hayas aprendido esto, a hablar correctamente.
Cuento de origen desconocido.
lunes, 6 de junio de 2011
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