Cierta vez, un discípulo de Lao Tzu se acercó a él y le dijo:
—Maestro, lo he conseguido.
—Si dices que lo has conseguido—contestó Lao Tzu—, entonces es seguro que no lo has conseguido.
El discípulo esperó durante meses. Entonces, un día, volvió a acercarse y le dijo:
—Tenías razón. Ahora, eso se ha conseguido.
Lao Tzu lo miró con gran compasión y amor, y repuso:
—Está bien. Cuéntame qué ha sucedido.
—Hasta el día en que dijiste “Si dices que lo has conseguido, es seguro que no lo has conseguido”, estaba esforzándome. Estaba haciendo todo lo posible. Pero cuando dijiste esas palabras lo entendí. ¿Cómo podía “yo” conseguirlo si el “yo” es la barrera? Así que tuve que dejar que sucediera.
Cuento de la tradición taoísta.
domingo, 17 de julio de 2011
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