El príncipe de Wu tomó un bote hasta la Montaña de los monos. En cuanto éstos lo vieron, huyeron con gran pánico y se refugiaron en las copas de los árboles.
Un mono, no obstante, permaneció tranquilo, completamente despreocupado, balanceándose de rama en rama, ¡una extraordinaria exhibición!
El Príncipe disparó una flecha al mono, pero éste, con gran destreza, capturó la flecha en pleno vuelo.
Ante esto, el Príncipe ordenó a sus acompañantes que hicieran un ataque conjunto.
En un momento, el mono quedó acribillado a flechazos y cayó muerto.
Entonces el Rey se volvió hacia su compañero Yen Pu’i: “¿Ves lo que ha pasado?”, dijo, “Este animal hacía pública su inteligencia. Confiaba en su propia habilidad. Pensaba que nada podría tocarlo. ¡Recuerda eso! No te apoyes en la distinción y el talento cuando trates con los hombres!”.
Cuando volvieron a casa, Yen Pu’i se convirtió en el discípulo de un sabio para librarse de todo aquello que lo hacía destacar. Renunció a todo placer. Aprendió a ocultar toda distinción.
Pronto nadie en todo el reino sabía qué pensar de él.
Por lo tanto, lo miraban con temerosa admiración.
Cuento tomado del libro “El camino de Chuang Tzu”, de Thomas Merton.
domingo, 24 de julio de 2011
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