Cierta vez, el rey hizo colocar en la plaza central un aviso que anunciaba:
“Premiaré al niño capaz de decirme la mejor mentira.”
Cuando leyeron esto, los nobles y oficiales de la corte acudieron con sus hijos para que le contaran al soberano toda clase de embustes, pero ninguno lo convenció. Al final, apareció un muchacho pobre.
— ¿A qué has venido?—le preguntó el rey.
—Mi padre me mandó a que cobrara una deuda que Su Majestad tiene con él.
—Con tu padre no hay ninguna deuda, tú mientes —contestó el monarca.
—Si realmente he mentido, entrégueme entonces el premio.
El rey se dio cuenta del ardid y repuso con prontitud:
—Me parece que todavía no has dicho ninguna mentira.
—Si no he mentido, entonces pague su deuda —dijo el muchacho.
Al rey no le quedó más remedio que mandarlo a casa entregándole una bolsa de oro y frutas, como había prometido.
Cuento popular mongol.
sábado, 4 de junio de 2011
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