En un pueblito jasídico, en una fonda miserable, los presentes se pusieron a contar sus fantasías. Uno pidió dinero; otro, un yerno; el tercero, un banco de carpintero. Al terminar, le pidieron a un mendigo desconocido que contara su fantasía. Este dijo:
—Ojalá fuera un poderoso monarca y reinara sobre un poderoso país. Quisiera que de noche, estando dormido en mi palacio, el enemigo irrumpiera en mis tierras y, antes del amanecer, sus jinetes llegaran a las puertas de mi castillo sin encontrar resistencia alguna. Del susto, me despertaría sin tiempo para vestirme. En camisón emprendería la fuga a través de montañas, ríos y bosques, noche y día sin descanso, hasta llegar aquí. Eso es lo que yo desearía.
—Pero, ¿qué ganarías con ese deseo? —atinó a preguntar uno.
—Un camisón.
Cuento de Walter Benjamin.
jueves, 19 de mayo de 2011
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