Había una vez un hombre que tenía muchos granados en su huerta. Y durante varios otoños puso sus granadas en bateas de plata fuera de su casa, con un letrero que decía: "Toma una gratis y que seas bien servido". Pero la gente pasaba y nadie tomaba fruta alguna. Entonces el hombre reflexionó, y un otoño no puso granadas en bateas de plata fuera de su casa, pero escribió con grandes caracteres: "Aquí tenemos las mejores granadas de la región y se venden más caras que las de cualquier otro". Y de esa manera, todos los hombres y todas las mujeres del pueblo se apresuraron a comprarlas.
Cuento de Gibrán Khalil Gibrán.
jueves, 2 de junio de 2011
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