Cierta vez, una mujer visitó a un maestro para aprender a desarrollar una vida espiritual. El maestro le dio un colador y un tazón, y fueron juntos a una playa cercana. Se pararon sobre una roca rodeados por las olas.
-Muéstrame cómo llenas el colador con agua —le dijo el maestro
Ella se inclinó y comenzó a llenarlo con el tazón. El agua apenas llegaba a cubrir la base y luego se filtraba a través de los agujeros.
—Con la práctica espiritual sucede lo mismo —dijo el maestro—, mientras uno permanezca de pie en la roca de la personalidad e intente llenarse con cucharadas de conciencia espiritual.
—Entonces, ¿cómo se hace? —preguntó la mujer.
El maestro tomó el colador y lo arrojó al mar. El objeto flotó unos instantes y después se hundió.
—Ahora está lleno de agua y así permanecerá —dijo luego—. Ese es el modo de llenar un colador con agua y también de realizar la práctica espiritual. No se logra vertiendo pequeñas dosis de espíritu en la individualidad, sino arrojando la individualidad dentro del mar de la vida espiritual.
Cuento de origen desconocido.
martes, 7 de junio de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario