Nasrudín entró a escondidas en un huerto, se subió a un árbol y comenzó a comer fruta. De pronto, apareció el dueño del jardín, que le dijo muy enojado:
—¿Por qué te has subido a mi árbol?
Nasrudín intentó salir del paso diciendo:
—Estimado amigo, soy un ruiseñor y he subido a cantar.
El propietario, sorprendido por la respuesta, dijo:
—Entonces, cántame algo.
Nasrudín empezó a hacer unos gorjeos extraños mientras agitaba los brazos. El propietario, que no estaba convencido, exclamó:
—¿Qué canción es ésa? Nunca escuché a un ruiseñor cantar tan mal.
—Bueno —respondió el mullah—, es que soy un ruiseñor aficionado.
Cuento de la tradición sufí.
jueves, 7 de julio de 2011
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