Había una vez un hombre malvado llamado Ben Sadok, cuyo carácter era tan violento que no podía ver nada hermoso sin estropearlo. Este hombre llegó a orillas de un oasis donde crecía una bella y joven palmera. Su vista hirió los ojos del malvado, que tomó una gran piedra, la puso encima de la corona de la palmera y continuó su camino.
La joven planta se sacudió, se inclinó e intentó deshacerse de la pesada carga sin éxito. Entonces arañó el suelo, excavó y se mantuvo en pie a pesar de la enorme piedra. Como no podía estirar sus ramas, se fue hundiendo y enterró sus raíces tan profundamente que encontró las vetas de agua más escondidas del oasis. Esas aguas frescas la alimentaron y fortalecieron hasta que creció tan alto que ya ningún árbol pudo hacerle sombra.
Al cabo de unos años volvió el malvado Ben Sadok, para alegrarse la vista con el árbol que él había estropeado. Buscó sin éxito hasta que la palmera más orgullosa bajó su corona, le enseñó la piedra y le dijo:
—Tengo que darte las gracias porque tu carga me ha hecho fuerte.
Cuento popular africano.
domingo, 5 de junio de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario