Cierta vez, Nasrudín se cayó de una escalera y se hizo mucho daño. A pesar de los emplastos y de las pociones, el dolor lo hacía sufrir terriblemente y sus amigos fueron a consolarlo:
—¡Hubiera podido ser mucho peor! —dijo uno.
—Después de todo, no te has roto nada —dijo otro.
—Pronto te repondrás —dijo un tercero.
En el colmo del dolor, Nasrudín se puso a pegar alaridos:
—¡Salid todos de aquí! ¡Abandonad esta habitación en el acto! ¡Madre, no dejes entrar a nadie a menos que se haya caído alguna vez de una escalera!
Cuento de la tradición sufí.
jueves, 11 de agosto de 2011
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