Un anciano solía permanecer inmóvil durante horas en la iglesia. Un día, un sacerdote le preguntó de qué le hablaba Dios.
— Dios no habla. Sólo escucha — fue la respuesta.
— Bien… ¿y de qué le habla usted a Dios?
— Yo tampoco hablo. Sólo escucho.
Cuento tomado de “La oración de la rana”, de Anthony de Mello
martes, 30 de diciembre de 2008
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