Cierta vez, en el antiguo Japón, un campesino no tenía con qué alimentar a su familia. Desesperado, recordó la costumbre que prometía una fuerte recompensa al que fuera capaz de desafiar y vencer al maestro de una escuela de sable.Aunque no había tocado un arma en su vida, el campesino desafió al maestro más famoso de la región.
El día fijado para el duelo, delante de un público numeroso, se enfrentaron los dos hombres. El campesino, sin mostrarse nada impresionado por la fama de su adversario, lo esperaba a pie firme. El maestro de sable se sintió un poco preocupado por tanta determinación. "¿Quién será este hombre que parece tan tranquilo?", pensó. "Jamás un simple campesino hubiera tenido el valor de desafiarme. ¿Será un enviado de mis enemigos?"
El campesino, empujado por el hambre, se adelantó resueltamente hacia su rival y levantó la espada sobre su cabeza. El maestro dudó, desconcertado por ese gesto que dejaba totalmente al descubierto el pecho de su adversario y pensó: "Es tan bueno en el arte del combate que ni siquiera necesita defenderse". Entonces retrocedió, movido por el miedo. Antes de que comenzara siquiera el asalto, sintió que sería derrotado, bajó la espada y dijo:
— Me has vencido. Entre todas las escuelas de lucha, la mía es la más renombrada. Es conocida con el nombre de "escuela que en un solo gesto lleva diez mil golpes". ¿Puedo preguntarte, respetuosamente, cuál es el nombre de tu escuela?
— La escuela del hambre — contestó el campesino.
Cuento de la tradición budista zen
viernes, 5 de diciembre de 2008
El campesino hambriento
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