Había una vez un río que, después de un largo recorrido, llegó a las orillas del desierto ardiente. En vano quiso atravesarlo porque, cada vez que lo intentaba, la arena le absorbía el agua.
— ¿Qué puedo hacer? — se lamentó el río en alta voz.
— Puesto que el viento atraviesa el desierto — le contestó una voz misteriosa que provenía de las arenas rojizas-, tú también puedes hacerlo.
— Pero, ¿cómo voy a poder? — preguntó el río sorprendido —. El viento no tiene más que volar, en cambio yo...
— Déjate absorber por el viento — respondió la voz —. El te llevará más allá de las arenas.
Entonces, el río se abandonó en brazos del viento, que lo convirtió en nubes. Luego, el viento empujó las nubes a través de las arenas y lo dejó caer en forma de lluvia sobre unas montañas que había del otro lado. Así, el río pudo atravesar el desierto, tal como le había dicho la voz.
Cuento de la tradición sufí
martes, 2 de diciembre de 2008
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