La madre de Zhai Youngling era una devota budista. Para demostrarlo, pasaba todo el día recitando los sutras. Cierta vez, su hijo la llamó intencionalmente.
— Aquí estoy —respondió la rezadora sin moverse, y continuó con sus plegarias.
Unas horas después, el joven la volvió a llamar y la respuesta fue la misma. Pero, entrada la noche, la madre se disgustó:
— ¿Acaso no me ves? ¿Para qué me llamas sin cesar?
— Apenas te he llamado tres o cuatro veces y ya estás molesta conmigo. ¿Cómo se sentirá Buda, a quien llamas durante todo el día?
Cuento de origen desconocido.
viernes, 30 de octubre de 2009
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