Cierta vez, un sabio sufí les pidió a sus discípulos que dijeran cuáles eran las vanidades que habían tenido antes de iniciar sus estudios con él.
El primero dijo:
— Yo imaginaba ser el hombre más hermoso del mundo.
El segundo dijo:
— Yo creí que, en mi condición de religioso, era uno de los elegidos.
El tercero dijo:
— Yo me creí capaz de enseñar.
El cuarto dijo:
— Mi vanidad fue mayor que todas ésas, pues creí que podía aprender.
Entonces, el sabio observó:
— La vanidad del cuarto discípulo sigue siendo la mayor: la vanidad de mostrar que en un tiempo tuvo la máxima vanidad
Cuento de la tradición sufí.
domingo, 18 de octubre de 2009
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