Un hombre fue al puesto de guardia a denunciar el robo de su burro. Una vez allí, y enterados al detalle de lo sucedido, los policías comenzaron a hacerle observaciones:
— Usted ha tenido poco cuidado. ¿Cómo se le ocurre tener un simple cierre de madera en la puerta de la cuadra en vez de un sólido cerrojo? —opinó uno.
— No puedo creer que desde la calle se pudiera ver el burro, siendo una tentación para cualquiera. ¿Es que no se le pasó por la cabeza nunca guardar al animal de miradas ajenas elevando las paredes de la cuadra? —dijo otro.
Un tercero, en tono crítico, lo censuró:
— ¿Pero dónde estaba usted en ese momento? ¿Cómo es posible que no viera al ladrón marcharse con el burro?
De este modo, fueron cayendo sobre él un buen número de acusaciones hasta que, harto ya de esa situación, dijo:
— Señores, acepto todo lo que me han dicho, pero algo de culpa también ha de tener el ladrón, ¿no creen?
Cuento tomado del libro “Los 120 mejores cuentos de las tradiciones espirituales de Oriente”.
domingo, 25 de octubre de 2009
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