La hija de un campesino debía llevar leche fresca a clientes de distintas aldeas. Uno de esos clientes era un sacerdote muy piadoso que vivía al otro lado de un ancho río. Para llegar a su casa, la lechera debía cruzar en un bote llevado por un barquero.
Cierto día, la mujer llegó tarde y el sacerdote se lo reprochó.
— Salí muy temprano de mi casa, pero tuve que esperar al barquero —alegó la lechera.
— ¡Cómo! —exclamó el sacerdote—. Hay gente que ha caminado sobre las aguas repitiendo el nombre de Dios, ¿y tú no puedes cruzar un simple río?
La lechera se tomó estas palabras muy en serio y, a partir de entonces, entregó la leche puntualmente todas las mañanas. Esto despertó la curiosidad del sacerdote, que le preguntó cómo hacía para no llegar nunca tarde.
— Cruzo el río repitiendo el nombre del Señor —respondió ella—. Tal como usted me dijo que hiciera.
El sacerdote no le creyó, y le pidió que probara sus palabras, así que fueron juntos a la orilla y la lechera comenzó a caminar sobre las aguas. De pronto, la mujer miró hacia atrás y vio que el sacerdote, que había comenzado a seguirla, se hundía como una piedra.
— ¡Señor! —gritó ella—. ¡Usted está pronunciando el nombre de Dios, pero al mismo tiempo levanta su ropa para que no se le moje! ¡Eso no es confiar!
Cuento de Sri Ramakrishna.
miércoles, 28 de abril de 2010
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