Un día, Nasrudín fue visitado por su viejo amigo Jalal. El mullah le dijo:
— Estoy encantado de verte después de tanto tiempo. Pero ahora debo efectuar una serie de visitas. Ven, acompáñame y podremos charlar.
— Préstame un manto —le pidió Jalal—, porque, como puedes ver, no estoy vestido adecuadamente.
Nasrudín le prestó un magnífico manto y, en la primera casa, presentó a su amigo diciendo:
— ¡Este es mi viejo compañero Jalal, pero ese manto que lleva puesto es mío!
En camino al siguiente pueblo, Jalal le dijo
— ¿Qué necesidad tuviste de aclarar que el manto era tuyo? ¡No vuelvas a hacerlo!
Nasrudín así lo prometió pero cuando estaban sentados en la siguiente casa dijo:
— Este es Jalal, un viejo amigo que vino a visitarme. En cuanto al manto, es de él.
Al salir, Jalal estaba tan molesto como antes.
— ¿Por qué dijiste eso? ¿Estás loco?
— Sólo quise arreglar las cosas. Ahora estamos a mano.
— Si no te importa —dijo Jalal lenta y cuidadosamente—, no hablaremos más del manto.
Nasrudín así lo prometió, pero en el tercer y último lugar que visitaron dijo:
— Permítanme presentarles a Jalal, mi amigo. Y el manto que lleva puesto. .. Pero no debemos decir nada sobre el manto, ¿no es así?
Cuento de la tradición sufí.
jueves, 15 de abril de 2010
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