En un lugar de Oriente había una montaña muy alta que tapaba con su sombra a una aldea y, por la falta de sol, los niños crecían débiles y raquíticos.
Un día, el aldeano más viejo tomó una pequeña cuchara de porcelana y salió del pueblo. Los que lo veían pasar le preguntaban:
— ¿Adónde vas, anciano?
— Voy a la montaña.
— ¿Y a qué vas?
— Voy a moverla.
— ¿Y con qué la vas a mover?
— Con esta cucharita.
— ¡Ja ja ja, nunca podrás!
— Sí, nunca podré, pero alguien tiene que comenzar a hacerlo.
Cuento de origen desconocido.
lunes, 5 de julio de 2010
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