Cierta vez, Nasrudín se encontró en el camino a la ciudad con un hombre que andaba con el ceño fruncido
— ¿Le sucede algo malo? —preguntó el mullah.
El hombre levantó un bolso hecha jirones y se quejó:
— Todo lo que tengo en el mundo cabe en este saco miserable.
— Es una lástima — dijo Nasrudín y, acto seguido, le arrebató el bolso de las manos y desapareció corriendo por el camino.
Después de haber perdido todo, el hombre estalló en llanto y, más miserable que antes, siguió andando.
Mientras tanto, Nasrudín se detuvo a la vuelta de una curva y dejó la bolsa del hombre en el medio del camino, donde pudiera verla. Luego, se escondió detrás de unos arbustos.
Cuando el hombre llegó y vio su bolsa, gritó con alegría:
— ¡Pensé que te había perdido!
Desde su escondite, el mullah se rió entre dientes y pensó: “Bueno, esta es una manera de hacer feliz a alguien".
Cuento de la tradición sufí.
lunes, 19 de julio de 2010
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