Se decía que, en cierta aldea, había un sabio que, una vez por año, lograba que Dios les concediera los deseos a sus habitantes.
En una determinada fecha, todos aquellos que deseaban algo se reunían en una zona escondida del bosque. Allí, el sabio armaba una hoguera con ramas dispuestas de una manera especial y, mientras caía la noche, recitaba unas oraciones en voz muy baja, casi como para sí mismo.
Todos decían que a Dios le gustaban tanto las palabras del sabio que concedía los deseos de la gente. Pero los años pasaron y un día el sabio murió.
Cuando llegó nuevamente la fecha, la gente se reunió en el mismo lugar del bosque y encendieron el fuego de la misma manera. Pero ninguno sabía qué palabras pronunciar. Entonces, algunos comenzaron a hablar, otros a cantar y algunos hasta a reír. Y cuenta la leyenda que a Dios le encantaba tanto ese lugar y amaba tanto ese fuego que, a pesar que nadie pronunciaba las palabras del sabio, los deseos de los habitantes se cumplieron igualmente.
Pasaron muchos años desde esta historia y hoy no sabemos cuál era el lugar del bosque, cómo hacer el fuego, ni mucho menos qué palabras pronunciar. Pero algunos dicen que a Dios le gusta tanto este cuento que a todos los que lo leen se les conceden sus deseos.
Cuento de origen desconocido.
domingo, 4 de julio de 2010
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