El ángel de la guarda le susurra a Fabián, por detrás del hombro:
— ¡Cuidado, Fabián! Está dispuesto que mueras en cuanto pronuncies la palabra zangolotino.
— ¿Zangolotino? —pregunta Fabián azorado.
Y muere.
Cuento de Enrique Anderson Imbert.
lunes, 1 de febrero de 2010
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