Había una vez un discípulo honesto y de buen corazón, cuya mente era un juego confuso de luces y sombras. Sin embargo, estudiaba sin cesar y comparaba credos, filosofías y doctrinas aunque lo desconcertaba su gran variedad. Así, cuando tuvo ocasión de entrevistarse con su maestro, le dijo:
— Estoy confundido. ¿Por qué hay tantas doctrinas si la verdad es una?
Y el maestro repuso con firmeza:
— ¡Qué dices! Cada persona es una enseñanza, una doctrina.
Cuento de la tradición hindú.
sábado, 13 de febrero de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario