Un importante funcionario de vida muy agitada decidió pasar algunos días en un monasterio budista. Fue allí y se instaló en una de las celdas. Durante tres días habló y habló con uno de los bonzos que le resultaba más agradable, pues se trataba de un monje de carácter apacible y bondadoso.
Al tercer día de estancia, al anochecer, el funcionario tomó un buen número de copas de vino y, con voz vacilante, se atrevió a recitar un poema que decía:
Al pasar por un monasterio perdido entre los bambúes,
me detuve a conversar con el bonzo.
Lejos de mi agitada vida, gocé de un momento de descanso.
Entonces, el bonzo comenzó a reír.
— ¿Por qué se ríe de tal manera? —preguntó extrañado el importante funcionario.
Y el monje repuso:
— Porque su momento de descanso me ha costado a mí tres días completos de cansancio.
Cuento de la tradición budista zen.
domingo, 7 de febrero de 2010
El descanso del visitante
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