Cierto hombre decidió que tenía que buscar al maestro perfecto. Leyó muchos libros, visitó sabio tras sabio, escuchó, conversó y observó sus prácticas espirituales, pero siempre acababa dudando o sin estar seguro.
Transcurrieron veinte años hasta que encontró a un hombre del que cada palabra y cada acción correspondían a su idea del hombre totalmente realizado.
El viajero no perdió el tiempo:
— Tú —dijo— me pareces el maestro perfecto. Si lo eres, mi búsqueda ha terminado.
— Ciertamente, se me describe con este nombre —replicó el maestro.
— Entonces, te ruego que me aceptes como discípulo.
— No puedo hacer eso porque mientras desees al maestro perfecto, él, a su vez, requerirá sólo al discípulo perfecto.
Cuento de la tradición sufí.
jueves, 11 de febrero de 2010
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