Había una vez un campesino muy trabajador. Pero las cosechas de ese año habían sido muy malas y el hombre apenas podía darles algo de comer a su mujer e hijos. Tan desesperada era su situación que no le quedó más remedio que recurrir a un noble y rogarle:
— Señor, por favor te lo pido, préstame un poco de grano porque, si no, no podremos sobrevivir.
— Está bien, está bien—dijo el potentado—. Haré más que eso. Te prestaré una suma en monedas de oro pero, naturalmente, tienes que esperar unos meses a que recaude los impuestos. ¿Estás de acuerdo?
El campesino le respondió con esta breve historia:
— Cuando venía hacia acá, de pronto escuché una voz que pedía auxilio. Al acudir a la llamada, descubrí que se trataba de un pez en lamentable situación. Estaba arrojado en medio del camino, bajo un sol abrasador. « ¿Qué te pasa, compañero?», le pregunté. Y me contestó boqueando: «Soy del Mar del Este y me estoy muriendo en este desierto. Por favor, ¿no dispones de un cubo de agua en el que poder sumergirme?» Y yo le dije: «Está bien. Haré más que eso, te traeré un barril grande, pero tendrás que esperar a que visite el sur y traiga agua de un río de allí.» Entonces el pez alegó: «Me haces promesas, pero no me facilitas lo único que me salvaría: el cubo de agua. Cuando me traigas el barril, no me busques aquí sino en la pescadería.».
Cuento tradicional chino.
miércoles, 17 de febrero de 2010
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