Había una vez una mujer que había oído hablar de la Fruta del Cielo y la codiciaba. Entonces le preguntó a cierto derviche, llamado Sabar:
— ¿Cómo puedo encontrar esta fruta, para conseguir el conocimiento de forma inmediata?
— Harías mejor en estudiar conmigo —dijo el derviche—. Si no lo haces, tendrás que viajar con determinación y sin descanso por todo el mundo.
La mujer lo abandonó y buscó a otro derviche, Arif el Sabio; después encontró a Hakim, el Docto; luego a Majzub, el Loco; más tarde, a Alim, el Científico, y muchos más...
Pasó treinta años buscando, al cabo de los cuales llegó a un jardín. Allí se encontraba el Árbol del Cielo, de cuyas ramas pendía la resplandeciente Fruta del Cielo.
De pie junto al Árbol estaba Sabar, el primer derviche.
— ¿Por qué cuando nos encontramos por primera vez no me dijiste que tú eras el Guardián de la Fruta del Cielo? —le preguntó la mujer.
— Porque en aquel momento no me habrías creído. Además, el Árbol sólo produce fruta una vez cada treinta años y treinta días.
Cuento de la tradición sufí.
sábado, 16 de enero de 2010
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