Había una vez un rey violento, ignorante e idólatra. Un día juró que si su ídolo personal le concedía cierto beneficio, él apresaría a las primeras tres personas que pasaran por su castillo y las obligaría a consagrarse al culto del ídolo.
Naturalmente, el deseo del rey se cumplió y, enseguida, envió a unos soldados a la carretera para que le llevaran a las tres primeras personas que encontraran.
Las tres personas fueron un erudito, un sayed (descendiente de Mahoma el Profeta) y una prostituta.
Cuando los arrojaron a los pies del ídolo, el rey trastornado les contó su voto y les ordenó que se doblegaran ante la imagen.
El erudito dijo:
— Esta situación cae, sin duda, dentro de la doctrina de "fuerza mayor". Hay numerosos precedentes que permiten que uno parezca estar de acuerdo con una costumbre si se le obliga, sin que exista en modo alguno una culpabilidad real de tipo legal o moral.
Así que le hizo una profunda reverencia al ídolo.
El sayed, cuando llegó su turno, dijo:
— Como persona especialmente protegida, por cuyas venas corre la sangre del Santo Profeta, mis propias acciones purifican todo lo que haga, y por tanto nada impide que actúe como me pide este hombre.
Y se inclinó ante el ídolo.
La prostituta dijo:
— ¡Ay de mí!, yo no tengo ni formación intelectual ni prerrogativas especiales, y por eso me temo que, me hagas lo que me hagas, no puedo adorar a este ídolo, ni siguiera de forma fingida.
Ante esta respuesta, la enfermedad del rey loco desapareció súbitamente. Como por arte de magia se dio cuenta del engaño de los dos adoradores de la imagen. Mandó decapitar al erudito y al sayed, y liberó a la prostituta.
Cuento de la tradición sufí.
lunes, 18 de enero de 2010
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1 comentario:
Estos cuentos son un increíble material, Graciela.¡Gracias por publicarlos!
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