El abad Lot fue a ver al abad José y le dijo:
— Padre, de acuerdo con mis posibilidades, he guardado mi pequeña regla y he observado mi humilde ayuno, mi oración, mi meditación y mi silencio contemplativo; y en la medida de lo posible, mantengo mi corazón limpio de malos pensamientos. ¿Qué más debo hacer?
En respuesta, el anciano se puso en pie, elevó hacia el cielo sus manos, cuyos dedos se tomaron en otras tantas antorchas encendidas, y dijo:
— Ni más ni menos que esto: transformarte totalmente en fuego.
Cuento tomado del libro “Apotegmas de los Padres del Desierto”.
viernes, 6 de noviembre de 2009
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