Un rabino, en el momento del entierro de su hijo, estalló en carcajadas. Sus alumnos, sorprendidos por la inesperada reacción, le preguntaron el motivo de ella. El rabino calló.
Semanas más tarde, en el instante de la boda de su hija, el rabino rompió en un penoso llanto. Asombrados, sus alumnos volvieron a inquirir razones y, esta vez, él respondió:
— Cuando mi hijo falleció, mi pena era tan grande que no podía imaginar otra peor. Por eso reí, porque cualquier suceso futuro sería mejor. Y, cuando mi hija contrajo matrimonio, mi alegría fue inmensa. Entonces lloré, porque nada de lo que vendrá será mejor.
Cuento de la tradición jasídica.
domingo, 1 de noviembre de 2009
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