Una hormiga caminaba cierto día por una hoja de papel cuando vio, de pronto, una pluma que escribía negros y finos trazos.
— ¡Qué maravilla! —exclamó—. ¡Qué objeto tan notable y con vida propia! Hace garabatos que parecen hormigas. Y no una, sino millones que actúan juntas.
Más tarde, esta hormiga le relató su encuentro a otra y luego agregó:
— He llegado a la conclusión de que este objeto no realiza solo su trabajo. Está unido a otros objetos que lo gobiernan. Vayamos a investigar un poco más.
De este modo, las hormigas descubrieron que la pluma estaba unida a unos dedos. Y éstos a un brazo. Y el brazo, a un cuerpo.
Luego de muchas investigaciones, llegaron a conocer bastante bien la mecánica de la escritura. Pero su método nunca les permitió descifrar cuál era su sentido e intención. Porque las hormigas no sabían leer ni escribir.
Cuento de la tradición sufí.
domingo, 22 de noviembre de 2009
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