Había un hombre que, tras treinta años de práctica, había adquirido el poder de multiplicarse a sí mismo en cuarenta formas distintas.
Por sus prácticas, supo que la hora de su muerte se acercaba, así que se preparó. Al escuchar las campanas del mensajero de la muerte, se multiplicó en cuarenta formas distintas.
El mensajero quedó aturdido. Debía llevarse a un hombre pero había cuarenta que parecían iguales. El Dios de la muerte, que todo lo sabe, mandó otro mensajero con una consigna precisa: elógialo hasta morir.
Cuando vio al hombre múltiple, el mensajero empezó a alabarlo:
— Eres un gran mensajero, invencible, maravilloso — Y el hombre múltiple se hinchaba en sus cuarenta formas —, pero tienes un pequeño defecto.
El verdadero individuo saltó gritando:
— ¿Cuál es?
El mensajero pudo así llevárselo a rastras.
Cuento de la tradición hindú.
viernes, 27 de noviembre de 2009
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