Gensha se lamentó un día ante sus seguidores:
—Otros maestros han sostenido siempre la necesidad de salvar a todo el mundo; pero supongan que se encuentran con alguien que está sordo, mudo y ciego, El no podría ver sus gestos, oír su predicación o hacer preguntas. Incapaces de salvarlo, habrán probado que son budistas inútiles.
Preocupado por estas palabras, uno de los discípulos de Gensha fue a consultar al maestro Ummon, quien, al igual que Gensha, era un discípulo de Seppo.
—Inclínate, por favor —dijo Ummon.
El monje, aunque tomado por sorpresa, obedeció la orden del maestro. Luego se enderezó con la esperanza de que su interrogante fuese respondido. Pero en vez de una respuesta, Ummon le lanzó un bastón. Él discípulo dio un salto hacia atrás.
—Bueno —dijo Ummon —, no estás ciego. Ahora, acércate.
El monje hizo lo que se le había ordenado.
—Bien —dijo Ummon —, tampoco estás sordo. ¿Comprendes?
—¿Comprender qué, maestro? —dijo el monje.
—Ah, tampoco estás mudo.
Al oír estas palabras el monje despertó como de un profundo sueño.
Cuento de la tradición budista zen.
lunes, 21 de marzo de 2011
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