Iba un hombre caminando. Andaba pensativo porque desde hacía tiempo se sentía muy insatisfecho, atribulado y triste. No le encontraba el menor sentido a su vida.
De pronto, tropezó con una gema muy bella abandonada en el suelo. La tomó delicadamente y comenzó a contemplarla hasta que vio en su fondo el rostro sereno de un ser que le dijo:
—Soy el hada del bosque. Puedo cumplirte cualquier deseo, hombre triste. Pídeme lo que quieras.
Era tan melodiosa y a la vez sincera aquella voz, y había tanta ternura en su mirada que el hombre le dijo:
—Maravillosa hada que habitas en el brillo de esta gema, sólo te pediré que hagas aquello que tú consideres lo mejor.
Y el hada repuso:
—Oh, amigo mío! Eso fue lo que me pediste cuando eras un animal y te convertí en el hombre que ahora eres.
Cuento de origen desconocido.
jueves, 10 de marzo de 2011
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