Un arrogante asceta se acercó hasta Buda para decirle:
—Señor, durante años me he ejercitado en todo tipo de austeridades, ayunos, penitencias y automortificaciones, y por fin he conseguido caminar sobre las aguas.
Buda lo miró unos instantes y luego despegó los labios para decir:
—Amigo mío, ¡qué pérdida de tiempo, habiendo barcas!
Cuento tomado del libro “Cuentos espirituales del Tibet”, de Ramiro Calle.
miércoles, 16 de marzo de 2011
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