En el principio del tiempo, el Espíritu y la Materia se encontraron en combate mortal. Finalmente, el Espíritu triunfó y la materia fue condenada a vivir para siempre en el interior de la Tierra. Antes de que esto sucediera, sin embargo, su cabeza golpeó en el firmamento y dejó el cielo estrellado reducido a pedazos.
La diosa Niuka salió del mar, resplandeciente en su armadura de fuego; hirviendo los colores del arco iris en un caldero pudo colocar otra vez las estrellas en su lugar. Pero no consiguió encontrar dos pequeños pedazos y el firmamento quedó incompleto.
Ahí comienza la dualidad del amor: siempre existe un alma que recorre la Tierra en busca de su Otra Parte para que ambas puedan colocarse en el pedacito vacío del cielo y, de esta manera, completar la Creación.
Cuento de la tradición taoísta.
viernes, 18 de marzo de 2011
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