Una vez, un noble rico fue de visita a su finca y se encontró con un campesino que lanzaba heno a una carreta. El noble quedó fascinado por el movimiento grácil de sus brazos y por el vaivén de la horquilla en el aire. Tanto le gustó el espectáculo que le ofreció al muchacho una moneda de oro todos los días por ir a su palacio y mostrar su técnica de lanzamiento a otros nobles.
Al día siguiente, el campesino llegó a la mansión sin ocultar su alegría por la nueva tarea. Después de balancear su horquilla durante una hora, recogió la moneda de oro, que equivalía a una semana de trabajo agotador. Pero al otro día, su entusiasmo había decaído un poco y, una semana después, le anunció a su patrón que renunciaba.
— No te entiendo —le dijo éste desconcertado—. ¿Por qué prefieres realizar tareas pesadas a la intemperie cuando puedes ganar mucho más dinero sin esfuerzo en mi casa.
— La razón, señor —dijo el muchacho—, es que aquí no estoy haciendo nada.
Cuento de origen desconocido.
jueves, 16 de septiembre de 2010
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