Se cuenta que el maestro sufí Ibrahim ben Adam estaba sentado un día en el claro de un bosque cuando dos derviches errantes se le acercaron. Les dio la bienvenida y hablaron de asuntos espirituales hasta el atardecer.
En cuanto cayó la noche, Ibrahim invitó a los viajeros a ser sus huéspedes durante la cena. Ellos aceptaron inmediatamente, y una mesa servida con los manjares más exquisitos apareció antes sus ojos.
— ¿Desde cuándo eres derviche? —pregunto uno de ellos a Ibrahim.
— Desde hace dos años —replicó éste.
— Yo he seguido el Camino sufí durante casi tres décadas y nunca se me ha presentado una capacidad como la que me has mostrado —dijo el hombre.
Ibrahim no dijo nada.
Cuando casi ya se había acabado la comida penetró en el claro un forastero de túnica verde. Se sentó y comió algo de lo que quedaba.
Todos se dieron cuenta por una sensación interna de que era Khadir, el Guía inmortal de todos los sufíes. Esperaban que les impartiera algo de sabiduría.
Cuando se levantó para dejarlos, Khadir simplemente dijo:
— Vosotros dos, derviches, os hacéis preguntas acerca de Ibrahim. Pero, ¿a qué habéis renunciado para seguir el Camino sufí? Abandonasteis toda expectativa de seguridad en la vida ordinaria. Ibrahim ben Adam era un poderoso rey y renunció a la soberanía para convertirse en un sufí. Esta es la razón por la que está por delante de vosotros. Durante vuestros treinta años, también habéis obtenido satisfacciones a través de la misma renuncia. Ésa ha sido vuestra recompensa. Él siempre se ha abstenido de reclamar cualquier tipo de recompensa por su sacrificio.
Y, tras decir esto, Khadir se marchó.
Cuento tomado del libro “La sabiduría de los idiotas”, de Idries Shah.
jueves, 9 de septiembre de 2010
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