La hija de un rico comerciante, gravemente enferma, le pidió a su padre que hiciera venir a un maestro zen para celebrar un rito. Este último pidió cincuenta piezas de oro para hacerlo; el padre furioso, tuvo que aceptar. Ante la enferma, el monje no hizo ninguna ceremonia sino que declaró:
— Con las cincuenta piezas de oro construiré un nuevo lugar de meditación. Allí, mis discípulos podrán practicar y llegar a la madurez. Ahora, si lo desea, puede usted morir. Su vida, al menos, habrá tenido un sentido.
A partir de ese día, dicen, la hija del comerciante comenzó a recuperar la salud.
Cuento de la tradición budista zen.
viernes, 10 de septiembre de 2010
La hija del comerciante
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