Hace mucho tiempo, un ejército invadió el Tibet. La gente huía ante su avance porque conocía la terrible fama de su crueldad. Especialmente, la del general en jefe.
Una mañana, el ejército entró en una pequeña aldea casi desierta. Sólo quedaba un joven monje, meditando en la plaza. Inmediatamente, le llevaron la noticia al general, que se acercó enfurecido.
— ¿Sabes quién soy yo? — le gritó — Soy el que puede cortarte la cabeza sin pestañear.
El monje levantó la mirada y sonrió.
— ¿Sabes quién soy yo, señor? — e hizo una pausa —. Soy el que puede dejar que le cortes la cabeza sin pestañar.
Sorpresivamente, el general se inclinó ante el monje y luego lo dejó tranquilo.
Cuento de origen desconocido.
sábado, 27 de junio de 2009
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