Un rey se hizo construir un magnífico palacio, compuesto de innumerables habitaciones, en el que no se podía entrar más que por una única puerta.
Las personas que quisieron ver a su soberano, tras haber entrado en el edificio, vieron abrirse por todos lados mil puertas más, que daban a auténticos laberintos. No pudieron encontrar al rey.
Cuando el príncipe se dirigió a palacio para ver a su padre, penetró por la puerta de entrada y reparó de inmediato en que todas las siguientes no eran sino el reflejo de una sola. La abrió y encontró a su padre, sentado delante de él.
Cuento de origen desconocido.
martes, 16 de junio de 2009
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