Un joven compositor acudió en cierta ocasión a Mozart para que le dijera cómo desarrollar su talento.
— Le aconsejaría que empezara con cosas sencillas — le dijo el compositor —. Canciones, por ejemplo.
— ¡Pero usted componía sinfonías cuando era apenas un niño! — protestó el otro.
— Es muy cierto, pero yo no tuve que acudir a nadie para que me dijera cómo desarrollar mi talento.
Cuento tomado de “La oración de la rana”, de Anthony de Mello.
martes, 30 de junio de 2009
lunes, 29 de junio de 2009
La lógica y el Talmud
Un joven, que había estudiado lógica, acudió a un rabino y solicitó ser instruido en Talmud.
— ¿Lógica? — preguntó el rabino —. Dudo de que eso sea suficiente para estudiar Talmud, pero te tomaré una prueba. Supongamos que dos hombres bajan por una chimenea, uno sale con la cara limpia y el otro con la cara sucia ¿Cuál se lava la cara?
— Eso es fácil, el de la cara sucia — respondió el estudiante.
— Incorrecto — dijo el rabino —. El de la cara limpia. Veamos: el de la cara sucia mira al de la limpia y piensa que su cara también está limpia. El de la cara limpia mira al de la sucia y piensa que su cara está sucia, así que él se lava la cara.
— No pensé en eso — admitió el joven —. Déme otra oportunidad.
— Volvamos a empezar. Dos hombres bajan por una chimenea, uno sale con la cara limpia y el otro con la cara sucia ¿Cuál se lava la cara? — planteó el rabino.
— Recién lo hemos respondido: aquel con la cara limpia — contestó el estudiante.
— No. Ambos se lavan la cara — dijo el rabino —. Aquel con la cara sucia mira al de la limpia y piensa que su cara está limpia también. Pero el de la cara limpia mira al de la sucia, y piensa que su cara también lo está, entonces se lava. Cuando el de la cara sucia ve que el de la limpia lava su cara, él también se lava. Por lo tanto ambos lavan su cara.
— No me di cuenta de esa alternativa — expresó el joven —. Déme otra oportunidad.
— Está bien. Dos hombres bajan por una chimenea, uno sale con la cara limpia y el otro con la cara sucia ¿Cuál se lava la cara? — preguntó el rabino.
— Ambos lavan su cara — respondió con énfasis el estudiante.
— No. Ninguno de los dos — dijo el rabino —. Aquel con la cara sucia mira al de la limpia y piensa que la suya también lo está. El de la cara limpia mira al de la sucia, y piensa que su cara también está sucia. Pero cuando él ve que el hombre de la cara sucia no se lava, él tampoco se lava. Por lo tanto ninguno se lava.
— Una última oportunidad y le demostraré que puedo estudiar Talmud — pidió el joven.
— Dos hombres bajan por una chimenea, uno sale con la cara limpia y el otro con la cara sucia ¿Cuál se lava la cara? — volvió a plantear el rabino.
— Ninguno — exclamó triunfalmente el estudiante.
— ¿Ves ahora por qué la lógica no es suficiente para estudiar Talmud? ¿Cómo es posible que, de dos hombres que bajan por la misma chimenea, uno salga con la cara sucia y otra con la cara limpia? ¿No ves que la pregunta es tonta? Y si intentas contestar preguntas tontas, tu respuesta será tonta. Así que aprende algo más de lógica antes de intentar estudiar el Talmud — sugirió el rabino.
Cuento popular judío.
— ¿Lógica? — preguntó el rabino —. Dudo de que eso sea suficiente para estudiar Talmud, pero te tomaré una prueba. Supongamos que dos hombres bajan por una chimenea, uno sale con la cara limpia y el otro con la cara sucia ¿Cuál se lava la cara?
— Eso es fácil, el de la cara sucia — respondió el estudiante.
— Incorrecto — dijo el rabino —. El de la cara limpia. Veamos: el de la cara sucia mira al de la limpia y piensa que su cara también está limpia. El de la cara limpia mira al de la sucia y piensa que su cara está sucia, así que él se lava la cara.
— No pensé en eso — admitió el joven —. Déme otra oportunidad.
— Volvamos a empezar. Dos hombres bajan por una chimenea, uno sale con la cara limpia y el otro con la cara sucia ¿Cuál se lava la cara? — planteó el rabino.
— Recién lo hemos respondido: aquel con la cara limpia — contestó el estudiante.
— No. Ambos se lavan la cara — dijo el rabino —. Aquel con la cara sucia mira al de la limpia y piensa que su cara está limpia también. Pero el de la cara limpia mira al de la sucia, y piensa que su cara también lo está, entonces se lava. Cuando el de la cara sucia ve que el de la limpia lava su cara, él también se lava. Por lo tanto ambos lavan su cara.
— No me di cuenta de esa alternativa — expresó el joven —. Déme otra oportunidad.
— Está bien. Dos hombres bajan por una chimenea, uno sale con la cara limpia y el otro con la cara sucia ¿Cuál se lava la cara? — preguntó el rabino.
— Ambos lavan su cara — respondió con énfasis el estudiante.
— No. Ninguno de los dos — dijo el rabino —. Aquel con la cara sucia mira al de la limpia y piensa que la suya también lo está. El de la cara limpia mira al de la sucia, y piensa que su cara también está sucia. Pero cuando él ve que el hombre de la cara sucia no se lava, él tampoco se lava. Por lo tanto ninguno se lava.
— Una última oportunidad y le demostraré que puedo estudiar Talmud — pidió el joven.
— Dos hombres bajan por una chimenea, uno sale con la cara limpia y el otro con la cara sucia ¿Cuál se lava la cara? — volvió a plantear el rabino.
— Ninguno — exclamó triunfalmente el estudiante.
— ¿Ves ahora por qué la lógica no es suficiente para estudiar Talmud? ¿Cómo es posible que, de dos hombres que bajan por la misma chimenea, uno salga con la cara sucia y otra con la cara limpia? ¿No ves que la pregunta es tonta? Y si intentas contestar preguntas tontas, tu respuesta será tonta. Así que aprende algo más de lógica antes de intentar estudiar el Talmud — sugirió el rabino.
Cuento popular judío.
domingo, 28 de junio de 2009
Al cincuenta por ciento
Nasrudín fue arrestado y conducido al tribunal bajo la acusación de haber metido carne de caballo en las albóndigas de pollo que servía en su restaurante.
Antes de pronunciar la sentencia, el juez quiso saber en qué proporción mezclaba la carne de caballo con la de pollo. Nasrudín, que todavía estaba bajo juramento, respondió:
— Al cincuenta por ciento, señoría.
Después del juicio, un amigo le preguntó qué significaba exactamente ese “cincuenta por ciento”. Y Nasrudín le dijo:
— Un caballo por cada pollo.
Cuento de la tradición sufí.
Antes de pronunciar la sentencia, el juez quiso saber en qué proporción mezclaba la carne de caballo con la de pollo. Nasrudín, que todavía estaba bajo juramento, respondió:
— Al cincuenta por ciento, señoría.
Después del juicio, un amigo le preguntó qué significaba exactamente ese “cincuenta por ciento”. Y Nasrudín le dijo:
— Un caballo por cada pollo.
Cuento de la tradición sufí.
sábado, 27 de junio de 2009
Sin pestañear
Hace mucho tiempo, un ejército invadió el Tibet. La gente huía ante su avance porque conocía la terrible fama de su crueldad. Especialmente, la del general en jefe.
Una mañana, el ejército entró en una pequeña aldea casi desierta. Sólo quedaba un joven monje, meditando en la plaza. Inmediatamente, le llevaron la noticia al general, que se acercó enfurecido.
— ¿Sabes quién soy yo? — le gritó — Soy el que puede cortarte la cabeza sin pestañear.
El monje levantó la mirada y sonrió.
— ¿Sabes quién soy yo, señor? — e hizo una pausa —. Soy el que puede dejar que le cortes la cabeza sin pestañar.
Sorpresivamente, el general se inclinó ante el monje y luego lo dejó tranquilo.
Cuento de origen desconocido.
Una mañana, el ejército entró en una pequeña aldea casi desierta. Sólo quedaba un joven monje, meditando en la plaza. Inmediatamente, le llevaron la noticia al general, que se acercó enfurecido.
— ¿Sabes quién soy yo? — le gritó — Soy el que puede cortarte la cabeza sin pestañear.
El monje levantó la mirada y sonrió.
— ¿Sabes quién soy yo, señor? — e hizo una pausa —. Soy el que puede dejar que le cortes la cabeza sin pestañar.
Sorpresivamente, el general se inclinó ante el monje y luego lo dejó tranquilo.
Cuento de origen desconocido.
viernes, 26 de junio de 2009
La campana
Un nuevo estudiante se aproximó al maestro zen y le preguntó cómo podía prepararse para su aprendizaje.
— Piensa que soy una campana — replicó el maestro —. Dame un golpe suave y tendrás un pequeño sonido. Golpéame fuerte y recibirás un repique sonoro.
Cuento de la tradición budista zen.
— Piensa que soy una campana — replicó el maestro —. Dame un golpe suave y tendrás un pequeño sonido. Golpéame fuerte y recibirás un repique sonoro.
Cuento de la tradición budista zen.
jueves, 25 de junio de 2009
El pedido
Una vez, Nasrudín le dijo a su hijo:
— Pídeme lo que quieras y te lo daré.
El niño, muy emocionado pues conocía la pobreza de su padre, le contestó:
— Te lo agradezco de todo corazón. ¿Puedes darme tiempo hasta mañana? Tengo que pensar.
— Muy bien — dijo Nasrudín —. Hasta mañana.
Al día siguiente, el hijo fue a ver a su padre y le pidió un burrito.
— Ah no — le contestó Nasrudín —. No tendrás el burrito.
— ¡Pero me habías prometido darme lo que quisiese!
— ¿Y no he mantenido mi palabra? ¡Me pediste tiempo y te lo he dado!
Cuento de la tradición sufí.
— Pídeme lo que quieras y te lo daré.
El niño, muy emocionado pues conocía la pobreza de su padre, le contestó:
— Te lo agradezco de todo corazón. ¿Puedes darme tiempo hasta mañana? Tengo que pensar.
— Muy bien — dijo Nasrudín —. Hasta mañana.
Al día siguiente, el hijo fue a ver a su padre y le pidió un burrito.
— Ah no — le contestó Nasrudín —. No tendrás el burrito.
— ¡Pero me habías prometido darme lo que quisiese!
— ¿Y no he mantenido mi palabra? ¡Me pediste tiempo y te lo he dado!
Cuento de la tradición sufí.
miércoles, 24 de junio de 2009
Un coche y un chofer
Chico: Un coche y un chofer cuestan demasiado. He vendido mi coche.
Groucho: ¡Qué tontería! En tu lugar, yo hubiera vendido el chofer y me hubiera quedado con el coche.
Chico: No puede ser. Necesito el chofer para que me lleve al trabajo por la mañana.
Groucho: Pero, ¿cómo va a llevarte si no tienes coche?
Chico: No necesita llevarme. No tengo trabajo.
Diálogo entre Chico y Groucho Marx, tomado de una de sus películas.
Groucho: ¡Qué tontería! En tu lugar, yo hubiera vendido el chofer y me hubiera quedado con el coche.
Chico: No puede ser. Necesito el chofer para que me lleve al trabajo por la mañana.
Groucho: Pero, ¿cómo va a llevarte si no tienes coche?
Chico: No necesita llevarme. No tengo trabajo.
Diálogo entre Chico y Groucho Marx, tomado de una de sus películas.
martes, 23 de junio de 2009
El gnomo y el pan
Tres hermanos se internaban todas las mañanas en el bosque a cortar leña. Cada día se turnaban para que uno de ellos se quedara en la cabaña y preparara la comida.
Un día, mientras el hermano mayor estaba solo en la cabaña, apareció un gnomo y le preguntó si podía comerse los restos del desayuno. El muchacho dijo que sí y el visitante empezó a comer. De pronto, dejó caer el pan y le pidió al joven que lo recogiera. Cuando este se inclinó, el gnomo lo golpeó con un palo en la cabeza.
A la mañana siguiente, el segundo hermano se quedó solo en la cabaña, y el gnomo volvió a aparecer. Le preguntó si podía comer los restos del desayuno y dejó caer el pan. Pidió al muchacho que lo levantara y, cuando este se agachó, lo golpeó con un palo.
Al tercer día, se quedó en la cabaña el hermano menor. El gnomo apareció y le preguntó si podía comer los restos del desayuno. El joven le contestó:
— Sí, sobre la mesa hay pan. Sírvete.
Cuando el visitante dejó caer el pan y le pidió al joven que lo recogiera, este le respondió:
— Si no puedes arreglártelas con tu propio pan, no sobrevivirás. Recógelo tú.
El gnomo le dio las gracias y le preguntó si le gustaría saber dónde encontrar a la princesa y el tesoro.
Cuento de origen desconocido.
Un día, mientras el hermano mayor estaba solo en la cabaña, apareció un gnomo y le preguntó si podía comerse los restos del desayuno. El muchacho dijo que sí y el visitante empezó a comer. De pronto, dejó caer el pan y le pidió al joven que lo recogiera. Cuando este se inclinó, el gnomo lo golpeó con un palo en la cabeza.
A la mañana siguiente, el segundo hermano se quedó solo en la cabaña, y el gnomo volvió a aparecer. Le preguntó si podía comer los restos del desayuno y dejó caer el pan. Pidió al muchacho que lo levantara y, cuando este se agachó, lo golpeó con un palo.
Al tercer día, se quedó en la cabaña el hermano menor. El gnomo apareció y le preguntó si podía comer los restos del desayuno. El joven le contestó:
— Sí, sobre la mesa hay pan. Sírvete.
Cuando el visitante dejó caer el pan y le pidió al joven que lo recogiera, este le respondió:
— Si no puedes arreglártelas con tu propio pan, no sobrevivirás. Recógelo tú.
El gnomo le dio las gracias y le preguntó si le gustaría saber dónde encontrar a la princesa y el tesoro.
Cuento de origen desconocido.
lunes, 22 de junio de 2009
El sueño
El hijo del mullah Nasrudín fue a ver a su padre y le dijo:
— Anoche soñé que me dabas quinientos dinares.
— Pues bien — dijo el mullah —, como eres un hijo sensato, no te pediré que me los devuelvas. Puedes guardártelos y comprarte lo que quieras.
Cuento de la tradición sufí.
— Anoche soñé que me dabas quinientos dinares.
— Pues bien — dijo el mullah —, como eres un hijo sensato, no te pediré que me los devuelvas. Puedes guardártelos y comprarte lo que quieras.
Cuento de la tradición sufí.
domingo, 21 de junio de 2009
El rey sabio
Había una vez un rey que respondía con sabiduría todas las preguntas que le hacían. Cada súbdito que se presentaba ante él salía con la respuesta justa a su pregunta.
Cierto día, un joven celoso de su sabiduría se propuso tenderle una trampa. Se presentaría ante el rey con pequeño pájaro entre las manos y le preguntaría si estaba vivo o muerto. Si el rey decía que estaba vivo, él apretaría al pájaro y, al abrir las manos, éste caería muerto. Y el rey se habría equivocado. Si el soberano contestaba que estaba muerto, el súbdito lo dejaría volar. Y el rey también se habría equivocado. El hombre se sentía orgulloso su plan. No podía fallar. Fue así que llegó ante el rey y expuso su pregunta:
— Dime si éste pájaro que tengo en mis manos está vivo o muerto.
El rey, luego de mirar al joven a los ojos le respondió:
— Querido amigo, ¿por qué me preguntas eso a mí si la respuesta está en tus manos?
Cuento de origen desconocido.
Cierto día, un joven celoso de su sabiduría se propuso tenderle una trampa. Se presentaría ante el rey con pequeño pájaro entre las manos y le preguntaría si estaba vivo o muerto. Si el rey decía que estaba vivo, él apretaría al pájaro y, al abrir las manos, éste caería muerto. Y el rey se habría equivocado. Si el soberano contestaba que estaba muerto, el súbdito lo dejaría volar. Y el rey también se habría equivocado. El hombre se sentía orgulloso su plan. No podía fallar. Fue así que llegó ante el rey y expuso su pregunta:
— Dime si éste pájaro que tengo en mis manos está vivo o muerto.
El rey, luego de mirar al joven a los ojos le respondió:
— Querido amigo, ¿por qué me preguntas eso a mí si la respuesta está en tus manos?
Cuento de origen desconocido.
sábado, 20 de junio de 2009
Los tres filtros
El joven discípulo de un filósofo sabio lo visitó y le dijo:
— Maestro, un amigo tuyo estuvo hablando de ti con malevolencia.
— ¡Espera! — lo interrumpió el filósofo —. ¿Ya pasaste por los tres filtros lo que vas a contarme?
— ¿Los tres filtros?
— Sí. El primero es la verdad. ¿Estás seguro de que lo que vas a decirme es cierto?
— No. Lo escuché de boca de unos vecinos.
— ¿Al menos lo pasaste por el segundo filtro, que es la bondad? ¿Es bueno para alguien lo que me vas a decir?
— No, en realidad no. Al contrario...
— El tercer filtro es la necesidad ¿Es necesario hacerme saber lo que tanto te preocupa?
— A decir verdad, no.
— Entonces — dijo el sabio sonriendo —, si no es verdadero, bueno, ni necesario, olvidémoslo.
Cuento de origen desconocido.
— Maestro, un amigo tuyo estuvo hablando de ti con malevolencia.
— ¡Espera! — lo interrumpió el filósofo —. ¿Ya pasaste por los tres filtros lo que vas a contarme?
— ¿Los tres filtros?
— Sí. El primero es la verdad. ¿Estás seguro de que lo que vas a decirme es cierto?
— No. Lo escuché de boca de unos vecinos.
— ¿Al menos lo pasaste por el segundo filtro, que es la bondad? ¿Es bueno para alguien lo que me vas a decir?
— No, en realidad no. Al contrario...
— El tercer filtro es la necesidad ¿Es necesario hacerme saber lo que tanto te preocupa?
— A decir verdad, no.
— Entonces — dijo el sabio sonriendo —, si no es verdadero, bueno, ni necesario, olvidémoslo.
Cuento de origen desconocido.
viernes, 19 de junio de 2009
Lo más importante
Luego de la muerte del rabino Mokshe, el rabino Mendel de Kotyuk le preguntó a uno de sus discípulos:
— ¿Qué era lo más importante para tu maestro?
El discípulo, tras pensarlo un instante, respondió:
— Lo que estuviera haciendo en ese momento.
Cuento de la tradición jasídica.
— ¿Qué era lo más importante para tu maestro?
El discípulo, tras pensarlo un instante, respondió:
— Lo que estuviera haciendo en ese momento.
Cuento de la tradición jasídica.
jueves, 18 de junio de 2009
El bebedor y el gusano
Una mujer casada con un hombre bebedor decidió llevarlo a visitar a un hombre sabio para convencerlo de que dejara la bebida.
Una vez ante su presencia, el sabio puso sobre la mesa dos vasos diciendo:
— Observa atentamente. Uno de los vasos tiene agua y el otro tiene alcohol. Verás lo que ocurre.
En ese momento, tomó un gusano y lo metió en el vaso con agua. El animalito nadó tranquilamente de un lado a otro. Después, sacó el gusano del agua y lo introdujo en el alcohol, donde al cabo de un rato estaba desintegrado.
— ¿Qué te parece? — preguntó el sabio al bebedor —. ¿Has visto los efectos que produce el alcohol?
— Desde luego, señor — respondió el aludido —, y le estoy muy agradecido. Ahora sé que nunca me harán mal los gusanos.
Cuento tomado de “Los 120 mejores cuentos de las tradiciones espirituales de Oriente”, de Ramiro Calle y Sebastián Vázquez.
Una vez ante su presencia, el sabio puso sobre la mesa dos vasos diciendo:
— Observa atentamente. Uno de los vasos tiene agua y el otro tiene alcohol. Verás lo que ocurre.
En ese momento, tomó un gusano y lo metió en el vaso con agua. El animalito nadó tranquilamente de un lado a otro. Después, sacó el gusano del agua y lo introdujo en el alcohol, donde al cabo de un rato estaba desintegrado.
— ¿Qué te parece? — preguntó el sabio al bebedor —. ¿Has visto los efectos que produce el alcohol?
— Desde luego, señor — respondió el aludido —, y le estoy muy agradecido. Ahora sé que nunca me harán mal los gusanos.
Cuento tomado de “Los 120 mejores cuentos de las tradiciones espirituales de Oriente”, de Ramiro Calle y Sebastián Vázquez.
miércoles, 17 de junio de 2009
El profeta que gritaba
Una vez llegó un profeta a una ciudad con el fin de convertir a sus habitantes. Al principio la gente lo escuchaba cuando hablaba, pero poco a poco se fueron apartando, hasta que no hubo nadie que escuchara, sus palabras.
Cierto día, un viajante le dijo al profeta:
— ¿Por qué sigues predicando? ¿No ves que tu misión es imposible?
Y el profeta le respondió:
— Al principio tenía la esperanza de poder cambiarlos. Pero si ahora sigo gritando es únicamente para que no me cambien ellos a mí.
Cuento de Anthony de Mello.
Cierto día, un viajante le dijo al profeta:
— ¿Por qué sigues predicando? ¿No ves que tu misión es imposible?
Y el profeta le respondió:
— Al principio tenía la esperanza de poder cambiarlos. Pero si ahora sigo gritando es únicamente para que no me cambien ellos a mí.
Cuento de Anthony de Mello.
martes, 16 de junio de 2009
Las mil puertas
Un rey se hizo construir un magnífico palacio, compuesto de innumerables habitaciones, en el que no se podía entrar más que por una única puerta.
Las personas que quisieron ver a su soberano, tras haber entrado en el edificio, vieron abrirse por todos lados mil puertas más, que daban a auténticos laberintos. No pudieron encontrar al rey.
Cuando el príncipe se dirigió a palacio para ver a su padre, penetró por la puerta de entrada y reparó de inmediato en que todas las siguientes no eran sino el reflejo de una sola. La abrió y encontró a su padre, sentado delante de él.
Cuento de origen desconocido.
Las personas que quisieron ver a su soberano, tras haber entrado en el edificio, vieron abrirse por todos lados mil puertas más, que daban a auténticos laberintos. No pudieron encontrar al rey.
Cuando el príncipe se dirigió a palacio para ver a su padre, penetró por la puerta de entrada y reparó de inmediato en que todas las siguientes no eran sino el reflejo de una sola. La abrió y encontró a su padre, sentado delante de él.
Cuento de origen desconocido.
lunes, 15 de junio de 2009
El gato del gurú
Cuando, cada tarde, se sentaba el gurú para las prácticas del culto, siempre andaba por allí el gato del ashram distrayendo a los fieles. De manera que ordenó el gurú que ataran al gato durante el culto de la tarde.
Mucho después de haber muerto el gurú, seguían atando al gato durante el referido culto. Y cuando el gato murió, llevaron otro gato al ashram para poder atarlo durante el culto vespertino.
Siglos más tarde, los discípulos del gurú escribieron doctos tratados acerca del importante papel que desempeña el gato en la realización de un culto como es debido.
Cuento de Anthony de Mello.
Mucho después de haber muerto el gurú, seguían atando al gato durante el referido culto. Y cuando el gato murió, llevaron otro gato al ashram para poder atarlo durante el culto vespertino.
Siglos más tarde, los discípulos del gurú escribieron doctos tratados acerca del importante papel que desempeña el gato en la realización de un culto como es debido.
Cuento de Anthony de Mello.
domingo, 14 de junio de 2009
Si hubiera tenido un poco más de tiempo
Con algunos ahorros, un hombre compró un burro joven. El vendedor lo previno sobre la cantidad de comida que tenía que darle todos los días.
Pero el nuevo propietario pensó que tal cantidad era excesiva y comenzó a darle cada vez menos alimento.
Hasta tal punto disminuyó la ración que, un día, el pobre animal amaneció muerto. Entonces el hombre comenzó a gimotear y a lamentarse:
— ¡Qué desgracia! Si me hubiera dado un poco más de tiempo antes de morirse, yo hubiera logrado que se acostumbrase a no comer nada en absoluto.
Cuento de la tradición hindú.
Pero el nuevo propietario pensó que tal cantidad era excesiva y comenzó a darle cada vez menos alimento.
Hasta tal punto disminuyó la ración que, un día, el pobre animal amaneció muerto. Entonces el hombre comenzó a gimotear y a lamentarse:
— ¡Qué desgracia! Si me hubiera dado un poco más de tiempo antes de morirse, yo hubiera logrado que se acostumbrase a no comer nada en absoluto.
Cuento de la tradición hindú.
sábado, 13 de junio de 2009
Langostas en la sopa
Había una vez un grupo de monjes que vivían en cuevas en el desierto.Un día, un joven monje fue a consultar a un anciano.
— Padre — le dijo —, tú sabes que hace poco más de un año que vivo aquí en el desierto. Durante este tiempo ya son seis o siete veces que ha venido una plaga de langostas. Tú sabes bien lo fastidiosas que son. Se meten por todas partes, incluso en la comida. ¿Tú qué haces en este caso?
El anciano, que llevaba ya cuarenta años viviendo en el desierto, le contestó:
— Al principio, cuando me caía una sola langosta en la sopa, tiraba todo el plato. Luego, quitaba las langostas y comía la sopa. Después, lo comía todo. Ahora, si alguna langosta trata de escapar de la sopa, la vuelvo a meter.
Apotegma de los padres del desierto.
— Padre — le dijo —, tú sabes que hace poco más de un año que vivo aquí en el desierto. Durante este tiempo ya son seis o siete veces que ha venido una plaga de langostas. Tú sabes bien lo fastidiosas que son. Se meten por todas partes, incluso en la comida. ¿Tú qué haces en este caso?
El anciano, que llevaba ya cuarenta años viviendo en el desierto, le contestó:
— Al principio, cuando me caía una sola langosta en la sopa, tiraba todo el plato. Luego, quitaba las langostas y comía la sopa. Después, lo comía todo. Ahora, si alguna langosta trata de escapar de la sopa, la vuelvo a meter.
Apotegma de los padres del desierto.
viernes, 12 de junio de 2009
Sólo se necesita miedo
Había un rey de corazón puro y muy interesado por la búsqueda espiritual. A menudo se hacía visitar por yoguis y maestros místicos que pudieran proporcionarle prescripciones y métodos para su evolución interna.
Cierto día, le llegaron noticias de un asceta muy sospechoso y entonces decidió hacerlo llamar para ponerlo a prueba.El asceta se presentó ante el monarca, y éste, sin demora, le dijo:
— ¡O demuestras que eres un renunciante auténtico o te haré ahorcar!
El asceta dijo:
— Majestad, os juro y aseguro que tengo visiones muy extrañas y sobrenaturales. Veo un ave dorada en el cielo y demonios bajo la tierra. ¡Ahora mismo los estoy viendo! ¡Sí, ahora mismo!
— ¿Cómo es posible — inquirió el rey — que a través de estos espesos muros puedas ver lo que dices en el cielo y bajo tierra?
Y el asceta repuso:
— Sólo se necesita miedo.
Cuento de la tradición hindú.
Cierto día, le llegaron noticias de un asceta muy sospechoso y entonces decidió hacerlo llamar para ponerlo a prueba.El asceta se presentó ante el monarca, y éste, sin demora, le dijo:
— ¡O demuestras que eres un renunciante auténtico o te haré ahorcar!
El asceta dijo:
— Majestad, os juro y aseguro que tengo visiones muy extrañas y sobrenaturales. Veo un ave dorada en el cielo y demonios bajo la tierra. ¡Ahora mismo los estoy viendo! ¡Sí, ahora mismo!
— ¿Cómo es posible — inquirió el rey — que a través de estos espesos muros puedas ver lo que dices en el cielo y bajo tierra?
Y el asceta repuso:
— Sólo se necesita miedo.
Cuento de la tradición hindú.
jueves, 11 de junio de 2009
El sabio, el perro y el asno
Un hombre que podía entender el lenguaje de los animales caminaba cierto día por las calles de una aldea. De pronto, vio a un asno que rebuznaba, junto a un perro que ladrada con todas sus fuerzas.
A medida que se acercaba, el sabio fue interpretando el significado de tales sonidos. Así, descubrió que el perro le decía al asno:
— Toda esa charla sobre hierbas y pastos, cuando estoy esperando que digas algo sobre conejos y huesos, me aburre.
El hombre no pudo contenerse y quiso intervenir en la conversación:
— Existe un hecho real. El pasto cumple la misma función que la carne.
Inmediatamente, los dos animales se volvieron furiosos contra él. El perro ladró fieramente para ahogar las palabras del maestro, y el burro le obsequió con un golpe de sus patas traseras. El sabio quedó inconsciente, y los animales volvieron a su discusión.
Cuento de la tradición sufí.
A medida que se acercaba, el sabio fue interpretando el significado de tales sonidos. Así, descubrió que el perro le decía al asno:
— Toda esa charla sobre hierbas y pastos, cuando estoy esperando que digas algo sobre conejos y huesos, me aburre.
El hombre no pudo contenerse y quiso intervenir en la conversación:
— Existe un hecho real. El pasto cumple la misma función que la carne.
Inmediatamente, los dos animales se volvieron furiosos contra él. El perro ladró fieramente para ahogar las palabras del maestro, y el burro le obsequió con un golpe de sus patas traseras. El sabio quedó inconsciente, y los animales volvieron a su discusión.
Cuento de la tradición sufí.
miércoles, 10 de junio de 2009
El consejo del oso
Dos amigos atravesaban un bosque intrincado y salvaje, en el que no había vestigio alguno de civilización.
De pronto, apareció ante ellos un oso hambriento que les salió al encuentro con actitud amenazadora.
Uno de los dos amigos, atropellando al otro, huyó sin preocuparse del compañero. Procurando su propia salvación, se encaramó rápidamente a un árbol.
El otro, para salvarse, no encontró fórmula mejor que tirarse en tierra, quedándose inmóvil y sin respirar, como si estuviera muerto.
Llegó el oso, lo lamió durante un buen rato y, creyéndolo muerto, se fue.
Cuando el oso desapareció, el amigo que había subido a un árbol, todavía temblando, preguntó: — Cuando el oso se acercó, parecía que te estaba hablando. ¿Qué te dijo?
— Me dijo una sola cosa: que no me fíe nunca de los amigos como tú.
Cuento de León Tolstoi
De pronto, apareció ante ellos un oso hambriento que les salió al encuentro con actitud amenazadora.
Uno de los dos amigos, atropellando al otro, huyó sin preocuparse del compañero. Procurando su propia salvación, se encaramó rápidamente a un árbol.
El otro, para salvarse, no encontró fórmula mejor que tirarse en tierra, quedándose inmóvil y sin respirar, como si estuviera muerto.
Llegó el oso, lo lamió durante un buen rato y, creyéndolo muerto, se fue.
Cuando el oso desapareció, el amigo que había subido a un árbol, todavía temblando, preguntó: — Cuando el oso se acercó, parecía que te estaba hablando. ¿Qué te dijo?
— Me dijo una sola cosa: que no me fíe nunca de los amigos como tú.
Cuento de León Tolstoi
martes, 9 de junio de 2009
El ataque al corazón
El corazón del tío Tom era muy débil y el médico le había aconsejado que tuviera mucho cuidado. De modo que, cuando sus familiares se enteraron de que el tío había heredado mil millones de dólares de un pariente difunto, tuvieron miedo de comunicarle la noticia, no fuera a ser que le ocasionara un ataque al corazón.
Así pues, pidieron ayuda al párroco, el cual les aseguró que él encontraría el modo de decírselo.
— Dígame, Tom — le dijo el padre Murphy al anciano cardiópata —, si Dios, en su misericordia, le enviara mil millones de dólares, ¿qué haría usted con ellos?Tom pensó unos instantes y dijo sin el menor asomo de duda:
— Le daría a usted la mitad para la iglesia.
Al oírlo, el padre Murphy sufrió un repentino ataque al corazón.
Cuento de Anthony de Mello.
Así pues, pidieron ayuda al párroco, el cual les aseguró que él encontraría el modo de decírselo.
— Dígame, Tom — le dijo el padre Murphy al anciano cardiópata —, si Dios, en su misericordia, le enviara mil millones de dólares, ¿qué haría usted con ellos?Tom pensó unos instantes y dijo sin el menor asomo de duda:
— Le daría a usted la mitad para la iglesia.
Al oírlo, el padre Murphy sufrió un repentino ataque al corazón.
Cuento de Anthony de Mello.
lunes, 8 de junio de 2009
Viaje a La Meca
Bastami era uno de los más grandes sufíes de la India. Se proponía efectuar una larga peregrinación a La Meca, cuando se encontró con un guía espiritual que le preguntó:
— ¿Por qué debes ir a La Meca?
— Para ver a Dios — repuso.
El guía le ordenó:
— Dame ahora mismo todo el dinero que llevas contigo para el viaje.
Bastami le entregó el dinero, el guía se lo guardó en el bolsillo, y dijo:
— Sé que habrías dado siete vueltas alrededor de la piedra sagrada. Pues bien, en lugar de eso, da ahora siete vueltas a mi alrededor.
Bastami obedeció y dio siete vueltas alrededor del guía, quien declaró a continuación:
— Ahora sí has conseguido lo que te proponías. Ya puedes regresar a tu casa con el ánimo sereno y satisfecho. Pero antes quiero decirte algo más. Desde que La Meca fue construida, ni un solo minuto Dios ha morado allí. Pero desde que el corazón del hombre fue creado, ni un solo instante Dios ha dejado de habitar en él. Ve a tu casa y medita. Viaja a tu corazón.
Cuento de la tradición sufí.
— ¿Por qué debes ir a La Meca?
— Para ver a Dios — repuso.
El guía le ordenó:
— Dame ahora mismo todo el dinero que llevas contigo para el viaje.
Bastami le entregó el dinero, el guía se lo guardó en el bolsillo, y dijo:
— Sé que habrías dado siete vueltas alrededor de la piedra sagrada. Pues bien, en lugar de eso, da ahora siete vueltas a mi alrededor.
Bastami obedeció y dio siete vueltas alrededor del guía, quien declaró a continuación:
— Ahora sí has conseguido lo que te proponías. Ya puedes regresar a tu casa con el ánimo sereno y satisfecho. Pero antes quiero decirte algo más. Desde que La Meca fue construida, ni un solo minuto Dios ha morado allí. Pero desde que el corazón del hombre fue creado, ni un solo instante Dios ha dejado de habitar en él. Ve a tu casa y medita. Viaja a tu corazón.
Cuento de la tradición sufí.
domingo, 7 de junio de 2009
El mantra secreto
El discípulo se arrodilló para ser iniciado en el aprendizaje, y el gurú le susurró al oído el sagrado mantra, advirtiéndole que no se lo revelara a nadie.
— ¿Qué ocurrirá si lo hago? — preguntó el discípulo.
— Aquel a quien le reveles el mantra — dijo el gurú — quedará libre de la esclavitud de la ignorancia y el sufrimiento. Pero tú quedarás excluido del aprendizaje y te condenarás.
Tan pronto hubo escuchado aquellas palabras, el discípulo salió corriendo hacia la plaza del mercado, congregó a una gran multitud y repitió a voz en cuello el sagrado mantra para que lo oyeran todos.
Los discípulos se lo contaron más tarde al gurú y pidieron que aquel individuo fuera expulsado del monasterio, por desobediente. El gurú sonrió y dijo:
— No necesita nada de cuanto yo pueda enseñarle. Con su acción ha demostrado ser un gurú con todas las de la ley.
Cuento de origen desconocido.
— ¿Qué ocurrirá si lo hago? — preguntó el discípulo.
— Aquel a quien le reveles el mantra — dijo el gurú — quedará libre de la esclavitud de la ignorancia y el sufrimiento. Pero tú quedarás excluido del aprendizaje y te condenarás.
Tan pronto hubo escuchado aquellas palabras, el discípulo salió corriendo hacia la plaza del mercado, congregó a una gran multitud y repitió a voz en cuello el sagrado mantra para que lo oyeran todos.
Los discípulos se lo contaron más tarde al gurú y pidieron que aquel individuo fuera expulsado del monasterio, por desobediente. El gurú sonrió y dijo:
— No necesita nada de cuanto yo pueda enseñarle. Con su acción ha demostrado ser un gurú con todas las de la ley.
Cuento de origen desconocido.
sábado, 6 de junio de 2009
La sombra del zorro
Un zorro miró su sombra al amanecer y se dijo:
— Hoy me comeré un camello.
Y pasó toda la mañana buscando camellos.
Para el mediodía, volvió a mirar su sombra y se dijo:
— Creo que me comeré un ratón.
Cuento de la tradición sufí.
— Hoy me comeré un camello.
Y pasó toda la mañana buscando camellos.
Para el mediodía, volvió a mirar su sombra y se dijo:
— Creo que me comeré un ratón.
Cuento de la tradición sufí.
viernes, 5 de junio de 2009
Las tierras y la Biblia
Cuando llegaron los blancos, nosotros teníamos las tierras.
Ellos trajeron la Biblia y nos enseñaron a rezar con los ojos cerrados. Cuando los abrimos, ellos tenían las tierras y nosotros, la Biblia.
Cuento de Jomo Kenyatta.
Ellos trajeron la Biblia y nos enseñaron a rezar con los ojos cerrados. Cuando los abrimos, ellos tenían las tierras y nosotros, la Biblia.
Cuento de Jomo Kenyatta.
jueves, 4 de junio de 2009
El perro sabio
Un día, un perro sabio pasó cerca de un grupo de gatos. Y viendo que los gatos hablaban entre sí sin advertir su presencia, se detuvo a escuchar lo que decían.
De pronto, se levantó un gran gato muy serio y les dijo a sus compañeros:
— Hermanos, rezad. Cuando lo hayáis hecho varias veces, seguramente lloverán ratones del cielo.
Al oírlo, el perro rió para sus adentros y se alejó de los gatos diciendo:
— ¡Ciegos e insensatos felinos! Todo el mundo sabe que, cuando elevamos al Cielo súplicas y oraciones, lo que llueve son huesos y no ratones.
Cuento de Gibran Khalil Gibran.
De pronto, se levantó un gran gato muy serio y les dijo a sus compañeros:
— Hermanos, rezad. Cuando lo hayáis hecho varias veces, seguramente lloverán ratones del cielo.
Al oírlo, el perro rió para sus adentros y se alejó de los gatos diciendo:
— ¡Ciegos e insensatos felinos! Todo el mundo sabe que, cuando elevamos al Cielo súplicas y oraciones, lo que llueve son huesos y no ratones.
Cuento de Gibran Khalil Gibran.
miércoles, 3 de junio de 2009
Conocerse a uno mismo
Un niño de la India fue enviado a estudiar a un colegio de otro país.
Pasaron algunas semanas y, un día, el jovencito se enteró de que en el colegio había otro niño indio y se sintió feliz. Indagó sobre ese niño y supo que era del mismo pueblo que él y experimentó un gran contento.
Más adelante, le llegaron noticias de que el niño tenía su misma edad y sintió una enorme satisfacción. Pasaron unas semanas más y comprobó finalmente que el niño era como él y tenía su mismo nombre. Entonces, a decir verdad, su felicidad fue inconmensurable.
Cuento recopilado por Ramiro Calle.
Pasaron algunas semanas y, un día, el jovencito se enteró de que en el colegio había otro niño indio y se sintió feliz. Indagó sobre ese niño y supo que era del mismo pueblo que él y experimentó un gran contento.
Más adelante, le llegaron noticias de que el niño tenía su misma edad y sintió una enorme satisfacción. Pasaron unas semanas más y comprobó finalmente que el niño era como él y tenía su mismo nombre. Entonces, a decir verdad, su felicidad fue inconmensurable.
Cuento recopilado por Ramiro Calle.
martes, 2 de junio de 2009
El pícaro y el derviche
Cierto derviche planeó una lección intencionada. Pagó a un actor para que fuese a la ciudad y se estableciese como un maestro religioso.
— Reúne a todos los discípulos que puedas — le dijo —, haciéndote pasar por un hombre de una gran santidad. Cuando yo llegue, te desenmascararé. La gente se dará cuenta de que ha sido engañada, y escuchará mis enseñanzas, una vez que hayan visto cuán superficiales son sus creencias.
Algunos meses después, el derviche entró en la ciudad y se encaminó hacia la casa del falso místico. Allí estaba el actor, rodeado de discípulos que lo colmaban de presentes y le alababan cada palabra que decía.
El derviche empezó a hablar:
— Escuchad, buena gente. Sabed que he venido a explicároslo todo. Yo envié a este hombre a probar cómo la gente cree en cualquier cosa si está dispuesta a ello. Ahora, por el contrario, os daré una verdadera enseñanza.
El actor no dijo nada en absoluto. La gente agarró al derviche y lo llevó a un asilo de locos. Una noche, el actor llegó hasta la ventana con barrotes y le dijo:
— Yo tenía la apariencia de un vagabundo, pero fui suficientemente sensato para seguir tu consejo. Aunque te consideras un hombre sabio, fuiste lo bastante loco para creer en tus propios planes. Un plan retorcido sólo beneficia a la gente retorcida, y un plan sensato sólo a la gente sensata.
Cuento tomado del libro “La sabiduría de los idiotas”, de Idries Shah.
— Reúne a todos los discípulos que puedas — le dijo —, haciéndote pasar por un hombre de una gran santidad. Cuando yo llegue, te desenmascararé. La gente se dará cuenta de que ha sido engañada, y escuchará mis enseñanzas, una vez que hayan visto cuán superficiales son sus creencias.
Algunos meses después, el derviche entró en la ciudad y se encaminó hacia la casa del falso místico. Allí estaba el actor, rodeado de discípulos que lo colmaban de presentes y le alababan cada palabra que decía.
El derviche empezó a hablar:
— Escuchad, buena gente. Sabed que he venido a explicároslo todo. Yo envié a este hombre a probar cómo la gente cree en cualquier cosa si está dispuesta a ello. Ahora, por el contrario, os daré una verdadera enseñanza.
El actor no dijo nada en absoluto. La gente agarró al derviche y lo llevó a un asilo de locos. Una noche, el actor llegó hasta la ventana con barrotes y le dijo:
— Yo tenía la apariencia de un vagabundo, pero fui suficientemente sensato para seguir tu consejo. Aunque te consideras un hombre sabio, fuiste lo bastante loco para creer en tus propios planes. Un plan retorcido sólo beneficia a la gente retorcida, y un plan sensato sólo a la gente sensata.
Cuento tomado del libro “La sabiduría de los idiotas”, de Idries Shah.
lunes, 1 de junio de 2009
El aguijón
Hubo un santo que tenía el don de hablar con las hormigas.
Se acercó a una que parecía más lista y le preguntó:
— ¿Cómo es el Todopoderoso? ¿Se parece de algún modo a las hormigas?
La informada hormiga le respondió:
— El Todopoderoso no se parece a nosotras. Como puedes ver, las hormigas tenemos un solo aguijón. Pero el Todopoderoso tiene dos.
Cuento tomado del libro “El canto del pájaro”, de Anthony de Mello.
Se acercó a una que parecía más lista y le preguntó:
— ¿Cómo es el Todopoderoso? ¿Se parece de algún modo a las hormigas?
La informada hormiga le respondió:
— El Todopoderoso no se parece a nosotras. Como puedes ver, las hormigas tenemos un solo aguijón. Pero el Todopoderoso tiene dos.
Cuento tomado del libro “El canto del pájaro”, de Anthony de Mello.
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