Aquel día, el sermón del Maestro se redujo a una sola y enigmática sentencia. Se limitó a sonreír con ironía y a decir:
— Todo lo que yo hago aquí es estar sentado en la orilla y vender agua del río.
Y concluyó su sermón.
Cuento de origen desconocido.
miércoles, 27 de mayo de 2009
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