Un asceta meditaba profundamente en su cueva cuando se sintió molesto por un ratón que roía su túnica.
— Vete de aquí, estúpido — dijo el ermitaño —. ¿No ves que interrumpes mi meditación?
— Es que tengo hambre — contestó el roedor.
— Llevaba más de treinta días de meditación buscando la unidad con Dios y me han hecho fracasar — se lamentó el asceta.
— Cómo buscas la unidad con Dios si no puedes ni siquiera sentirte unido a mí, que soy un simple ratón?
Cuento de origen desconocido
domingo, 3 de mayo de 2009
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1 comentario:
Sabiduría infinita en los seres más pequeños...
Buenísimo..!!!!
UN ABRAZO
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