Bokuden, gran maestro de sable, recibió un día la visita de un colega. Con el fin de presentarle a sus tres hijos y mostrarle el nivel que habían alcanzado siguiendo su enseñanza, Bokuden preparó una pequeña estratagema: colocó un jarro sobre el borde de una puerta deslizante, de manera que cayera sobre la cabeza de aquel que entrara en la habitación.
Tranquilamente sentado con su amigo, ambos frente a la puerta, Bokuden llamó a su hijo mayor. Cuando éste se encontró delante de la puerta, se detuvo en seco. Después de haberla entreabierto, tomó el vaso antes de entrar. Entró, cerró detrás de él, volvió a colocar el recipiente sobre el borde de la puerta y saludó a los maestros.
— Este es mi hijo mayor — dijo Bokuden sonriendo —. Ya ha alcanzado un buen nivel y va camino de convertirse en maestro.
A continuación, llamó a su segundo hijo. Este deslizó la puerta y comenzó a entrar. Esquivando apenas el jarro, que estuvo a punto de caerle sobre el cráneo, consiguió atraparlo al vuelo.
— Este es mi segundo hijo — explicó Bokuden al invitado —, aún le queda un largo camino por recorrer.
El tercero entró precipitadamente y el jarro le cayó sobre el cuello, pero antes de que tocara el suelo, desenvainó su sable y lo partió en dos.
— Y este — dijo entonces el Maestro — es mi hijo menor. Es la vergüenza de la familia, pero aún es joven.
Cuento de origen desconocido.
viernes, 22 de mayo de 2009
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