Vivía en Bagdad un comerciante llamado Zaguir. Hombre culto y juicioso, tenía un joven sirviente, Ahmed, a quien apreciaba mucho.
Un día, mientras Ahmed paseaba por el mercado, de tenderete en tenderete, se encontró con la Muerte, que lo miraba con una mueca extraña.
Asustado, echó a correr y no se detuvo hasta llegar a la casa. Una vez allí, le contó a su señor lo ocurrido y le pidió un caballo diciendo que se iría a Samarra, donde tenia unos parientes, para de ese modo escapar de la Muerte.
Zaguir no tuvo inconveniente en prestarle el caballo más veloz de su cuadra y se despidió diciéndole que si forzaba un poco la montura podría llegar a Samarra esa misma noche.
Cuando Ahmed se hubo marchado, Zaguir se dirigió al mercado y al poco rato encontró a la Muerte paseando por los bazares.
— ¿Por qué has asustado a mi sirviente? — le preguntó —. Tarde o temprano te lo vas a llevar. Déjalo tranquilo mientras tanto.
— No era mi intención asustarlo — se disculpó la Muerte —, pero no pude ocultar la sorpresa que me causó verlo aquí, pues esta noche tengo una cita con él en Samarra.
Cuento de la tradición sufí
domingo, 8 de marzo de 2009
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1 comentario:
Maravillosa historia que nos pone de cara a la verdad de que no importa por cuál senda caminemos, que ahí donde está estipulado, ELLA nos encontrará.-
Un abrazo.
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