Nasrudín inició un viaje hacia tierras lejanas. Para defenderse de cualquier ataque, se consiguió una cimitarra y una lanza. En el camino, un bandido cuya única arma era un bastón, se le echó encima y lo despojó de sus pertenencias.
Cuando llegó a la ciudad más próxima, el mullah les contó su desgracia a sus amigos, quienes le dijeron:
— Tú estabas armado con una cimitarra y una lanza, ¿cómo no pudiste dominar a un ladrón armado con un simple bastón?
— El problema fue precisamente que yo tenía las dos manos ocupadas, una con la cimitarra y la otra con la lanza. ¿Como creen ustedes que hubiera podido salir airoso?
Cuento de la tradición sufí
viernes, 20 de febrero de 2009
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2 comentarios:
hola
te dejo un saludito y si quieres pasar por mi blog de argentinos en Italia
chau
Más armas tenemos, ( o creemos tener),más desamparados estamos.
Hermosa lección.
Un saludo cordial.
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